#OPINIÓN Buscar una salida sin Estado de derecho

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La tragedia venezolana es muy grave. No parece haber una salida pacífica. No hay manera de elegir libre y limpiamente otros gobernantes. Todo nuestro proceso político lo tiene en sus oprobiosas manos, el régimen y sus cómplices internacionales, haciendo predominar la mentira y el fraude.

Esa actitud ha agravado los problemas sociales y económicos en grado superlativo. En una sociedad democrática normal, con instituciones autónomas, independientes, soberanas y sin interferencia de otros países, el Ejecutivo nacional estaría sometido a un control que le obligaría a rendir cuentas, respetar decisiones judiciales adversas y aceptar que cada cierto
tiempo el pueblo cambie de gobierno al finalizar los periodos constitucionales respectivos y entregar el poder en forma pacífica, a quienes reciban el favor popular. Así lo vivimos en Venezuela durante cuarenta años. Sabemos, dadas las circunstancias, que esa práctica hoy es imposible.

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El régimen se adueñó de todas las instituciones y estamos viviendo, sin lugar a ninguna duda, en una absoluta y feroz dictadura, apoyada por un pequeño grupo de países con regímenes totalitarios, especialmente la dictadura cubana de los Castro, vividores de nuestros recursos, en perjuicio de la sufrida población venezolana. Tristemente es así.
Frente a esta realidad, ¿qué podemos hacer? Cuando Chávez fue electo, quizás no todos se dieron cuenta que lo arriba descrito sería el triste destino final que viviría la república. Otros lo vimos y advertimos, pero Chávez fue electo. Nuestras voces clamaron en el desierto. Cuánto venezolano arrepentido me encuentro hoy por las calles, lamentando haberse encandilado con aquellas luces de bengala.

Nos encontramos frente a un grupo de hombres y mujeres que han secuestrado la república y la han secuestrado para satisfacer sus más viles intereses y la de un grupo de países tan llenos de maldad y de corrupción como el venezolano. Constituye una vergüenza para esta patria, haber llegado a semejante situación, pero está ahí esa realidad y debemos enfrentarla, combatirla y derrotarla, buscando la eficacia de los métodos a utilizar. Hasta hoy ninguno ha dado buen resultado. Veinte años sí es mucho, Venezuela no puede más. Han crecido dos generaciones de venezolanos y vienen otras detrás sin patria ni esperanzas.

No podemos ofrecerles un país en ruinas moral y materialmente. Urge la reconstrucción de Venezuela. No es mañana, es ya, hoy, o perderemos la república para siempre. A nadie, salvo a los venezolanos honestos y de buena voluntad, le importará que se pierda este país. Muy pocas voces extranjeras querrán elevarse para ayudarnos en este terrible drama.

Por eso agradezco al Dr. Luis Almagro, ilustre jurista y demócrata uruguayo, Secretario General de la OEA, haber hecho suya nuestra tragedia. Pocos venezolanos han dado una pelea por nosotros como la ha dado Almagro, la historia registrará esa solidaridad y espero que algún día se le agradezca en suelo venezolano, ese gesto histórico. Él ha abogado por una salida pacífica y democrática, pero también ha dicho que ninguna opción está descartada. Y la opción que se tome dependerá más de la actitud del régimen venezolano
que del pueblo y de los organismos internacionales. Hasta ahora el régimen sólo ha engañado y manipulado a sus interlocutores. No olvidemos que en la inolvidable fiesta democrática del 23 de enero de 1958, no había Estado de Derecho y a Pérez Jiménez el pueblo venezolano lo sacó gracias a una rebelión popular.

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