Juan Martín del Potro termina poniendo las manos en sus rodillas, resignado. Otro extenuante peloteo se le ha escapado.
Todo el arsenal del gigante argentino es insuficiente frente a la trinchera cavada por Novak Djokovic, cuyo despliegue defensivo truncó la ilusión de título de un rival que debió esperar nueve años para volver a la final de un Grand Slam.
De estar a la deriva hace un puñado de meses, tras someterse a una pequeña cirugía en el codo derecho, Djokovic rugió el domingo en el Abierto de Estados Unidos como el gladiador de siempre, el jugador con una extraordinaria e impecable capacidad para el contragolpe, de pasar de la defensa al ataque a su antojo.
El serbio conquistó su tercer título en Flushing Meadows y su segundo consecutivo en un Grand Slam este año para empatar con 14 a Pete Sampras en la lista histórica, tras doblegar 6-4, 7-6 (4), 6-3 a Del Potro.
«Si me hubieran preguntado en febrero de este año, cuando me operé, que iba a ganar Wimbledon, el US Open y (el Masters de) Cincinnati hubiera sido muy difícil de creer», dijo Djokovic. «Pero al mismo tiempo siempre hubo una parte de mí que se lo imaginó y que confió que pronto iba a recuperar el nivel deseado de tenis».
La lectura del partido -un triunfo saldado en sets corridos- hace presumir que fue expedito. No lo fue. Djokovic tuvo que emplearse a fondo ante las descargas de la «Torre de Tandil».
Ningún momento ilustró mejor lo ocurrido que el octavo game del segundo set, en el que el campeón de 2009 parecía engancharse al duelo.
«Creo que fue ese el mejor momento mío»
Del Potro dispuso de tres oportunidades para quebrar el saque de Djokovic para ganar su cuarto juego seguido y rozar la posibilidad de nivelar el duelo. Pero Djokovic supo responder en cada una para ganar un juego de 20 minutos y 22 puntos. Acabaría ganando el parcial en un desempate y el partido.
«Creo que fue ese el mejor momento mío en el partido porque estaba empezando a sentir la adrenalina de la final», se lamentó Del Potro. «Son muy pocos tipos los que pueden jugar así tres horas y pico y tan bien. Es mucho mérito de él».
Después de una aciaga primera mitad de 2018, marcada por un rosario de derrotas prematuras ante adversarios de escasa jerarquía, el serbio de 31 años completa la temporada en los Grand Slam con dos trofeos – se consagró en Wimbledon hace ocho semanas.
Lo único que acabó lamentándose Djokovic es que Sampras no estuvo en el estadio Arthur Ashe para verle llegar a los 14 grandes.
«Tenía la ilusión de que iba a estar aquí, pero no lo está», dijo Djokovic sobre Sampras. «Es mi ídolo. Pete, te quiero».
Djokovic se perdió el US Open del año pasado por la lesión en el codo y llegó a quedar fuera de los 10 primeros del ranking.
Pero dio un vuelco desde abril, un resurgimiento que coincidió con el reencuentro con su entrenador de siempre Marian Vajda, dejando atrás los fallidos experimentos con Andre Agassi y Radek Stepanek.
A partir del lunes será el número tres del mundo y con un margen favorable para darle alcance a los dos primeros, Rafael Nadal y Roger Federer. También se ha prendido en la liza por el récord de títulos en los Slam, en una tabla que Federer y Nadal lideran con 20 y 17 títulos, respectivamente.
Djokovic siempre supo golpear en momentos clave
Le dio la vuelta a un 0-40 en el octavo juego del primer set, luego ese segundo parcial que se definió en un desempate tras 95 minutos de duración y luego amansar una última acometida de su rival en el tercero hasta cerrar con smash en la bola para partido.
Con la pista cubierta en un día lluvioso, el ambiente y acústica en la cancha asemejó más el de un estadio de fútbol argentino. Los olés y cánticos pro Del Potro predominaron, entusiasmando a los espectadores neutrales, entre ellos la actriz Meryl Streep, una múltiple ganadora de premios Oscar.
Pero nada de eso amedrentó el espíritu combativo de Djokovic, quien impuso su voluntad con su fenomenal capacidad en la devolución de saques y tenacidad para pelear por puntos interminables.
«Esto quizás me suene divertido, pero mi apodo es Nole. Cuando gritan el ‘olé, olé, olé, olé’, es lo que escucho».
Todo parecía liquidado cuando Djokovic quebró el saque a Del Potro en el segundo juego del segundo set y se puso arriba. Pero el argentino no bajó los brazos y capitalizó sus primeras bolas de quiebre en el siguiente juego.
Del Potro dispuso de opciones para nivelar el duelo, en particular las tres bolas de quiebre que no pudo concretar para irse arriba 4-3 en el segundo. Luego en el desempate, Djokovic reaccionó tras quedar abajo 1-3 y dominó seis de los siguientes siete puntos para encarrillar la victoria.
«Tuve que jugar al límite casi todo el tiempo»
En su primera final de Grand Slam desde su coronación aquí en 2009, Del Potro acabó con los ojos llorosos en su silla.
Igual, la actuación del argentino ha sido admirable en un año durante el que consolidó su retorno a la élite tras ver en peligro su carrera con cuatro cirugías en las muñecas, tres en la izquierda, que se sucedieron tras derrotar a Federer en aquella final de hace casi una década. Llegó a hundirse en el puesto 1.045 del ranking en febrero de 2016. Su temporada incluyó la semifinal en Roland Garros, cuartos en Wimbledon y la final en Nueva York.
«Gracias a toda Argentina, que sentí la energía», señaló Del Potro. A veces uno puede ganar un torneo o perderlo, pero el amor de la gente vale lo mismo que la copa, una copa que ya tengo. Me llevo el cariño de todos ustedes».