#OPINIÓN Desde aquí… (14)

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“Frío insípido es el consuelo cuando no va envuelto en el remedio que se necesita” (Platón).

Desde esta tribuna humana es muy difícil recomendar tranquilidad y pausa a una población atacada con saña por las tormentas del hambre, la inquietud y mala salud, dramas capaces de matar cualquier asomo de esperanza. Cada día se va haciendo imposible recuperar la calma del espíritu, la paz del corazón. Todos los días madrugamos a ver cuál será la nueva sorpresa, qué conseguiremos, con qué vamos a pagar la comida y dónde vamos a conseguir los medicamentos, cuyos elevados precios alejan la posibilidad de gozar de una vida sin sufrimiento. La paciencia se agota, aumenta la pesadumbre. Ante la falta de solución se pierde el raciocinio, cunde el caos, la pesadumbre es el derrumbe y caída de los sueños, no hay nada que pueda distraer la desdicha diaria. Las preocupaciones no dan tiempo para renovar las fuerzas y el ánimo, dedicamos todo el tiempo a resolver problemas sin darnos la oportunidad de concedernos un espacio y tiempo para nosotros ni disfrutar
de un momento de paz y serenidad.

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Con todo y los sufrimientos no podemos quebrarnos, la falta de calidad de vida irremediablemente nos hundirá en el tormento del estrés que tanto daña. Al fin y al cabo no es lo que nos rodea lo que debe importar, sino nuestras reacciones ante lo que nos rodea.

Vivimos corriendo de aquí para allá exhaustos, muchas veces sin encontrar lo que necesitamos. Sobrevivimos, pero no vivimos, ni somos tratados como seres humanos, en este mundo en el que se aplasta la dignidad del individuo y sus derechos humanos.

Al placer de vivir ya no se le da espacio, no hay tiempo en esta carrera de obtener lo que se necesita por un lado y por otro la incansable voracidad del déspota de querer apropiarse del mundo para sí solo y comérselo a su antojo. Desde la globalización industrial el egoísmo, el ansia de poder y la miseria de los pueblos se han acentuado de manera espantosa.

Las cosas se empeoraron en el mundo desde que apareció la globalización que a todos deslumbró. Trajo también cosas muy buenas que no se le pueden dejar de reconocer. Empujaron el hombre a actualizarse con la gran tecnología, de la misma manera a consumir como locos echando fuera todo lo viejo, a compartir los productos e integrarse todos a los mercados del mundo. Se redujeron las distancias, apareció el Internet y el teléfono Black Berry que pronto se convirtió en obsoleto al aparecer el siguiente invento. Ante el avance que año a año todo lo innova, va dejando atrás lo que en su momento de gloria a todos deslumbró.

La voracidad y ambición de los grandes productores creció aplastando cualquier oportunidad a los más humildes. La globalización solo da oportunidades a los poderosos, gracias a ella la pobreza se ha recrudecido y agravado, el consumismo enfermizo se ha convertido en un gran problema para la sociedad que antepone el dinero al cuidado, protección y mantenimiento del planeta, igualmente a la vida de hombres y animales.

Precisamente el grupo Slow Down de Suecia primer país en el mundo con mejor calidad de vida del mundo, fue creado como cultura para frenar el macabro avance de aceleramiento de la globalización. Tanto beneficia la idea que en Suecia y Noruega se trabajan menos horas, allí es más alta la calidad de los productos y mayor su productividad. Para ellos la libertad es un derecho humano esencial, allí se promueve la tolerancia, la amabilidad, el respeto de las ideas y la promesa de una vida sin prisa.

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