Nunca lo conocí, pero su muerte me dolió como si hubiera sido mi amigo. Quienes lo conocieron refieren que el doctor Carlos Amundaray fue un pediatra dedicado a su profesión y a sus pacientes. Tuvo una hoja de servicios impecable. Fue director del HUAPA, Hospital Universitario Antonio Patricio Alcalá de la ciudad de Cumaná, donde estaba cargo de la Unidad de Cuidados Intensivos de Neonatología. Había sido director de la Cruz Roja y cofundador de la Cátedra de Medicina de la Universidad de Oriente en el estado Anzoátegui. El jueves 30 de agosto fue encontrado muerto en su apartamento de las Terrazas Cumanesas en la capital del Estado Sucre. El galeno no falleció de muerte natural: se quitó la vida.
Refieren quienes lo conocieron que llevaba ya un tiempo deprimido por la situación del país, en particular del hospital, donde semana a semana veía morir niños que en otro momento y situación pudo haberles salvado la vida. Su generoso corazón no pudo con tanto dolor.
Yo soy hija de médico. Puedo dar fe de cómo un médico venezolano se involucra y dedica a sus pacientes. Recuerdo un día que mi papá llegó a casa y dijo que no quería almorzar, cosa rara en alguien que siempre tuvo muy buen apetito. Me fui a su cuarto y lo encontré asomado en la ventana. Le pregunté que qué le pasaba y me dijo que se había muerto una señora que había pasado años enferma. “Descansó”, le respondí. “Sí, descansó. Pero después de tantos años, yo no me he acostumbrado a ver morir a *mis* pacientes”, añadió haciendo énfasis en el “mis”. Yo que viví esa sensibilidad, puedo empatizar con el doctor Amundaray. Sé lo que sintió con cada muerte de sus pequeñísimos pacientes, niños que con toda la vida por delante fallecieron por la falta de insumos en un país petrolero, donde el gobierno continúa negando terca y vilmente que exista una crisis humanitaria.
Así sería la desesperación del doctor Amundaray que deja esposa y dos niños pequeños. Las redes sociales, al momento que escribo este artículo, están llenas de testimonios de dolor y solidaridad de quienes tuvieron la fortuna de conocerlo y trabajar con él. No me queda duda de que la muerte auto infligida del doctor Amundaray es otra muerte que achacarle al régimen venezolano. ¿Hasta cuándo? ¡Vuele alto, doctor Amundaray, gracias por tanto!