#OPINIÓN El rincón de los miércoles 29 de agosto

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Los que gobiernan no tienen la menos idea de los sufrimientos que `padecen diariamente los venezolanos en estas jornadas de supervivencia. Especialmente, como es fácil de comprobar, con lo pobre de los servicios públicos, en su mayoría un verdadero desastre. En nuestra ciudad, Barquisimeto, ni la gobernadora del estado Lara, una señora Almirante de la República, ha podido meter en cintura a los encargados de proveer de agua a la capital musical de Venezuela, a pesar de ser la mandataria una persona muy familiarizada con el agua. En Hidrolara hay un silencio sepulcral, ninguno de sus directivos responde a las preguntas de los ciudadanos, huérfanos desde hace tiempo del preciado líquido, que constituye un elemento indispensable para el ser humano, menos para la gente de la hidrológica. En mi casa, como en muchos hogares barquisimetanos solo nos envían agua cada siete días, Por las tuberías llega apenas  una agua turbia, no apta para el consumo humano y si facilitadora de gérmenes que nos pueden matar un día de estos.

Contradictoria esta escasez cuando la capital es bañada casi diariamente con unos aguaceros impresionantes. El cielo, al menos, avisa cuando programa un diluvio, Hidrolara no, allí se hacen los no enterados para evitar la furia reprimida de quienes clamamos y pagamos por un servicio que no recibimos. En nuestra ciudad hay dos clases de habitantes: los que siempre tienen agua y los que no, los que protestan y los que no abren la boca ni para tomarla porque les sobran enchufes en esas oficinas que antes llamaban “instituciones del Estado”, hoy un lamentable lugar donde existe un absoluto desprecio por la gente. Hoy me vuelvo a unir a las numerosas quejas de los que se “mueren” de sed en este Barquisimeto que ha dejado de ser nuestro por una extraña transferencia política.

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II

Si el agua constituye uno de tantos males del país, el transporte público casi que le empata el juego a los dueños del agua. Por calles y avenida ruedan unos vehículos que bien pudieran ser los “carros de Drácula”, del cual hablaba el excelente actor cómico Emilio Lovera. Son unidades antiguas llenas de humo donde van apiñadas decenas de pasajeros desafiando a la muerte en cada esquina por la sobrecarga que llevan. Afortunadamente aquí en C tenemos a la Divina Pastora para que nos ayude en las arriesgadas travesías y nos libre de una tragedia como ha sucedido en otras partes. Los transportistas tampoco le paran mucho a los ciudadanos, pero si le cobran los que la parece al colector, sin tomar en cuenta la necesidad de quienes se ven obligados a utilizarlos. Las paradas son letras muertas para muchos conductores y no sabemos si han recibido órdenes de su sindicato para no transportar a los pasajeros de la tercera  edad donde militamos desde hace algún tiempo. Se queja el pasaje del cambio intempestivo de las rutas urbanas uy muchas de las zonas de la ciudad se han quedado sin el servicio obligando a la gente a dar una caminatas impresionantes. Los lectores de aquí y de otros lados pueden comprobar las descomunales colas que se forman para conseguir un puesto en uno de esos monstruos de acero circulantes y se  preguntarán si el gobierno venezolano  conoce de las angustias de cada uno de esos usuarios a los que la mayoría de los políticos les gusta llamar  ”pueblo”

III

OBITUARIOS: Dos bajas lamentables. Venezolanos estelares que han dejado huellas imperecederas por su talento y proyección nacional e internacional. Uno de ellos fue Germán Carías Sísco fue uno de esos periodistas que dejó huella en su rol de reportero de El Nacional donde dictó cátedra de periodismo de investigación con trabajos que asombraron al país. El otro el doctor José La Riva, autor de “Pasillaneando”, un tema que recorrió a la América Latina en las voces de grandes intérpretes, uno de ellos don Antonio Heredia, también de grata recordación. La falta de medios, casi todos han desaparecido, permiten la ausencia de información para destacar el valor de hombres y mujeres que escribieron la historia de este país. La historia, sin embargo, tendrá que esperar por mejores tiempos donde se reconozca los méritos de gente como Germán Carías Sísco y José La Riva

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