A fuerza de un trabajo esclavo la diáspora venezolana con sus remesas logro consolidar una demanda soportada en dólares que permitió a productores y comerciantes nacionales crear un mercado de alimentos, inaccesible para los salarios en bolívares y por ello injusto, pero eficiente en la medida que permitió conformar un inventario al cual se podía acceder para la subsistencia con las remesas heroicas de 20,30 y 50 dólares enviadas desde el exterior.
Por supuesto que esta dualidad discriminatoria no podía durar mucho debido a que la hiperinflación se la estaba tragando y en algún momento las tensiones sociales reventarían en protestas tanáticas, entre otras cosas por las carencias oficialistas en continuar proveyendo a su masa clientelar con las cajas CLAP. Esto lo sabía el Gobierno y antes que esperar el estallido motivado por el hambre, con consecuencias impredecibles en su base de apoyo, principalmente la militar, decidió adelantarse al colapso y tomo medidas económicas para realizar un saqueo electrónico del inventario de alimentos elevando el salario mínimo y adelantando bonos para que los portadores del carnet de la patria agoten en pocos días la mercancía existente, estrategia criminal que les permite aparecer como protectores de los pobres frente a la “guerra económica” para luego, al no haber nada que comprar, responsabilizar al sector económico de negarse a abastecer al venezolano, ignorando el impacto de la hiperinflación en la estructura de costos que hace imposible la sustentabilidad de productores y comerciante.
Al Presidente Maduro y su entorno esta maniobra les parece genial y con los primeros resultados de grupos de consumidores eufóricos reviviendo el dakaso pudieran pensar que han retrasado lo inevitable por tiempo indefinido, con lo que no cuentan es que esas mismas personas cuando vean que sus remesas, sus salarios petrolizados y sus bonos patrióticos no sirven para comprar ni alimentos ni medicinas, regresarán de la alegría transitoria con un desespero que puede transformarse en rabia arrolladora. Emoción colectiva que puede convertirse en instrumento político de cambio dependiendo de la conducción que le de la oposición democrática, a nivel de organización y de discurso.
Es fundamental para la oposición medir los tiempos para no equivocarse en las acciones. Mientras dure la complacencia consumista producida por el saqueo electrónico no pareciera prudente promover una movilización en contra, simplemente alertar y reagruparse al mismo tiempo de construir mensajes eficientes para cuando llegue el momento de convocar y direccionar las protestas. Esto no es fácil por la falta de un liderazgo único, de allí que lo procedente es una articulación dentro de los espacios de tolerancia que se han creado, como por ejemplo el Frente Democrático de Lara coordinado por el doctor Jorge Rosell, quien por su autoritas moral es garantía de ecuanimidad y sindéresis para los distintos actores políticos y sociales de nuestra entidad.
En resumen, el Gobierno aplico un Manolipe Castellano al inventario de alimentos creado por el esfuerzo ciclópeo de venezolanos en el exterior, expopiô su trabajo y la precaria subsistencia que sus remesas habían establecido. Se acerca con este arrebaton la hora de la Gehena, Dios con nosotros.