Los índices socioeconómicos de Venezuela nos colocan entre los diez países más pobres del planeta. Mas del 95 por ciento de su población gana menos de un dólar diaria, el limite colocado por la ONU para medir la miseria de un ser humano. A nivel de corrupción y violación de Derechos Humanos por varios años continuos hemos obtenido la medalla de oro. En lo político nuestro gobierno no es reconocido como legitimo por la inmensa mayoría de republicas democráticas. Pero mejor no detallar lo mal que estamos porque como lo sabemos y lo sufrimos damos por leído cualquier texto que enumere las heridas sangrantes que nos laceran.
La pregunta es como un Gobierno que ha creado esta tragedia humana, sin parangón en la Historia, sin respaldo popular y objeto de críticas de su misma nomenclatura, se sostiene en el Poder. La respuesta es triste, dolorosa y al mismo tiempo retadora, el Gobierno vive porque medra sobre un país agonico, sin fuerza organizada para la lucha y la protesta con objetivos de cambio político.
En verdad existe una resistencia activa, amplia, aunque desordenada y por ello sin contundencia, mientras que la mayoría de la población se dedica a la noble e incuestionable tarea de sobrevivir al infierno de limitaciones y necesidades, todas en grado extremo, lo cual supone para superarlas un esfuerzo heroico que agota y prácticamente no deja margen para pelear por un cambio.
Y es allí donde se encuentra la clave para explicarnos como un gobierno agónico puede sostenerse en el Poder, en la falta de una acción de calle organizada que lo aísle y someta, dándole paso a escenarios donde actores nacionales e internacionales puedan imponer una transición democrática e institucional.
Pero con un país inmovilizado por la crisis de transporte, con una juventud en diáspora dejando a la sociedad su principal factor detonante, con los habitantes de los sectores más humildes en colas interminables y con una clase media pegada a un celular esperando un prodigio, el gobierno permanece como administrador de la violencia, el poco dinero que ingresa al país y de las esperanzas de sobrevivir mediante las bolsas clap y bonos electrónicos con los cuales comprar plátanos y auyama.
Claro que está montado sobre una bomba de tiempo porque cada día que pasa el hambre aumenta y el descontento se expresa en decenas de protestas cotidianas, pero esa bomba al parecer nunca explotará porque el oficialismo logró desactivarle el detonador al decapitar a los partidos políticos, quienes a pesar de los pesares, son los únicos instrumentos sociales para direccionar a la sociedad de manera integral por el camino del relevo institucional.
El único Poder real que actualmente tiene la oposición democrática es la Asamblea Nacional, pero sus diputados no cuentan con ningún tipo de apoyo del resto de factores democráticos, incluso tienen graves problemas de movilización para cumplir con su rol dirigente dentro de las comunidades. Es posible que varios o muchos de los cuestionamientos que pesan sobre estos parlamentarios sean validos, no obstante son ellos quienes están investidos de autoridad legítima para representarnos ante instancias nacionales e internacionales formalmente instituidas, nuestros diputados no tienen reconocimiento del Ejecutivo quien desplazó sus funciones hacia la ANC, pero al mismo tiempo saben que no pueden disolver el Parlamento porque le abrirían la puerta a medidas internacionales concluyentes. Es sobre este temor , es sobre esta clave política que nos toca armar una acción de calle organizada. Y bajo este escenario es que en el Frente Amplio Democrático de Lara estamos trabajando, con dificultades supremas pero con un compromiso unitario que sabemos triunfará sobre el desgano, la fatiga y las incomprensiones. Dios con nosotros.