El Senado de Argentina rechazó en la madrugada del jueves un proyecto de ley para legalizar y despenalizar el aborto en las 14 primeras semanas de embarazo, tras un debate que dividió profundamente al país natal del papa Francisco.
Tras un una sesión de más de 15 horas, los senadores rechazaron la propuesta por 38 votos contra 31. La decisión podría tener resonancia en toda Latinoamérica, una región en la que la Iglesia Católica ha perdido influencia y autoridad moral por la secularización, una casta eclesiástica poco conectada con la realidad y una avalancha de escándalos de abusos sexuales.
Durante horas, miles de activistas proaborto, ataviados con pañuelos verdes que simbolizan su causa, y detractores, con prendas azul celeste, desafiaron la intensa lluvia y el frío en Buenos Aires para seguir el debate en las pantallas gigantes instaladas en el exterior del Congreso.
Las concentraciones fueron en gran parte pacíficas pero, tras la votación, pequeños grupos de manifestantes se enfrentaron con la policía, arrojando bombas incendiarias y prendiendo barricadas. Los agentes respondieron con gases lacrimógenos.
La Cámara de Diputados había aprobado la medida el 14 de junio y el presidente del país, el conservador Mauricio Macri, dijo que la firmaría si superaba el trámite en el Senado pese a defender una posición provida.
Argentina permite el aborto únicamente en casos de violación o cuando la vida de la madre esté en peligro. Miles de mujeres, en su mayoría pobres, son hospitalizadas cada año por complicaciones relacionadas con abortos ilegales, la principal causa de muerte materna.
Los partidarios la ley sostienen que legalizar la interrupción del embarazo salvaría la vida de muchas mujeres que se someten a peligrosos abortos ilegales. El Ministerio de Salud estimó en 2016 que en el país se realizaban hasta medio millón de abortos clandestinos cada año, que daban como resultado la muerte de docenas de mujeres.
La Iglesia y otros grupos contrarios apuntaron que la propuesta viola la ley argentina, que garantiza la vida desde el momento de la concepción.
«Quiero rescatar algunas cuestiones positivas de todo esto, la primera es que a pesar de que hay pensamientos diferentes, hay una plaza en paz en este momento, con miles de personas defendiendo su convicción», dijo la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, contraria a la legalización.
«Se habla de la plaza verde y la plaza celeste. Pero en verdad son personas que están ahí, pegaditas, defendiendo aquello que creen que es verdad», agregó.
Pero el polémico debate ha dividido a los argentinos, enfrentando a médicos conservadores e Iglesia con grupos y doctores feministas. Mientras miles de personas esperaban la decisión de la cámara alta en las calles protegidos por paraguas, otros participaban el miércoles en la noche en una «misa por la vida» en la Catedral Metropolitana de la capital, el templo del papa Francisco durante su etapa como arzobispo de Buenos Aires.
«No se trata solo de las creencias religiosas, sino de una razón humanitaria», señaló el cardenal Mario Polo, arzobispo de Buenos Aires, a los fieles. «El cuidado de la vida es el primer derecho humano y un deber del Estado».
El papa Francisco comparó este año la práctica con «lo que hacían los nazis» para cuidar la pureza de la raza, «pero con guantes blancos» y pidió a las familias que «acepten a los hijos que Dios les da».
Activistas estiman que, desde 1983, más de 3.000 mujeres murieron por abortos clandestinos en Argentina.
«Reconozcamos que estamos ante una tragedia de salud pública porque decir 3,030 mujeres muertas por abortos clandestinos es una tragedia», dijo Magdalena Odarda, senadora por la provincia de Río Negro.
«Acá no se decide aborto sí o aborto no. Se decide aborto en un hospital, como debe ser en un estado laico, o aborto clandestino, con un perejil, con una percha, con cualquier cosa que realmente pone a la mujer en una situación humillante, degradante, una verdadera tortura», manifestó.