Con lo que informábamos en la crónica de la semana pasada, suponemos más que suficiente para entender que la luz que ilumina en torno al disco solar, no alcanza más allá de un área extensa, pero no total para propagarse por todo el sistema. La distancia cubierta por la luz solar puede alcanzar varios miles de kilómetros. Pero no va más allá como para cubrir la distancia que separa al Sol de la Tierra.
Que es, redondeando números, ciento cincuenta millones de kilómetros. Ni Mercurio, el planeta más inmediato al astro rey, con su distancia media de cincuenta y siete mil novecientos millones de quilómetros, es bañado por la luz que ilumina localmente al Sol. La iluminación, pues, de todos los cuerpos ponderables del Universo es un fenómeno propio de cada cuerpo.
Esta verdad justifica que desde las noches terrestres se puedan observar los cuerpos ponderables, estrellas, planetas, y hasta algunos satélites como puntos de luz. Basta observar por las noches el espacio del cielo de nuestro planeta para cerciorarnos de esos puntos de luz dispersos en la oscura inmensidad de la negra noche universal que es el espacio. Cada cuerpo en particular se auto-ilumina.
Esta iluminación corresponde, como sucede en nuestro planeta, a un hemisferio de cada uno de esos cuerpos; porque el otro hemisferio, por experiencia, permanece oscuro, es decir, en su noche. ¿Qué es lo que se ilumina en ellos? De modo general, todos los cuerpos ponderables, estrellas, planetas, satélites, están cubiertos por una capa gaseosa llamada atmósfera. La atmósfera está compuesta, como todo el Universo, de diminutas partículas de masa y energía.
Las estrellas, el Sol es una estrella, generan energía neutra, es decir, energía pura, El espacio del Universo es el depósito que contiene esa energía, que mientras permanezca en él, mantiene su pureza, su neutralidad. Esa neutralidad es la que sostiene en la ¿masa? de esa energía los cuerpos ponderables que asumen, por ello, la imponderabilidad de su neutralidad. De aquí, que los cuerpos en el espacio carecen de peso. Por esta razón, los astronautas y los cosmonautas que salen al espacio lleno de esta energía, flotan como si fuesen insignificantes plumas.
Esa energía espacial penetra la masa de las partículas de la atmósfera para intervenir su propia energía. Y este es el proceso mediante el cual la energía de las partículas de masa intervenidas transforman la masa de la partícula en partículas de luz. De modo que la luz solar, como la luz de todos los cuerpos ponderables del Universo, Es producida localmente en su atmósfera por todos y cada una de los cuerpos. Continuará.