De pronto, ese 3 de agosto de 1950, a las 5:50 minutos de la tarde, El Tocuyo fue fuertemente sacudido por un violento terremoto. Se contabilizaron 15 muertos y casi un centenar de heridos.
Las cifras oficiales precisaron de más de 250 casas derrumbadas y más de 700 afectadas. En Chabasquén se derrumbaron 80 casas. En Anzoátegui el 90% de las viviendas. “Desapareció del mapa”, en Guarico fue desastroso, señalaba consternado un corresponsal.
En los Humocaros, veinte casas quedaron derrumbadas y otras tantas agrietadas. En Guarico más de veinte casas destruidas. Los templos e iglesias de todas las poblaciones cercanas resultaron dañados. El Tocuyo vio cómo se venían al suelo, con guayas y tractores, iglesias que pudiesen haber sido recuperadas. Borrada su arquitectura colonial, la faz de la Ciudad Madre cambió para siempre.
Réplicas del movimiento telúrico se sintieron a lo largo de la noche del día 3 y continuaron en menor magnitud los días siguientes. La población, presa del pánico y pensando que pudiese repetirse un sismo de igual o mayor magnitud, optó por desplazarse hacia Quíbor y Barquisimeto.
El movimiento telúrico ocasionó el derrumbe de vías de penetración hacia Guarico, Chabasquén, Los Humocaros y Sanare. Lo mismo ocurrió con puentes, líneas telefónicas y telegráficas. Colapsaron los servicios de agua y luz, principalmente.
La onda sísmica se sintió en los estados Táchira, Mérida, Trujillo, Portuguesa, Cojedes, Carabobo, Distrito Capital, Vargas y Sucre. Tuvo una intensidad de 6.2 grados y su epicentro fue la ciudad ancestral de El Tocuyo.
Los primeros fotógrafos en llegar a la devastada ciudad fueron Francisco Villazán y Elio Otaiza, quienes cubrirían el evento por varios días: el impacto inmediato y la posterior demolición de casas, manzanas y templos.
Los diarios EL IMPULSO y Última Hora realizaron ediciones extraordinarias el día 4 de agosto dedicadas al siniestro, que impactaron profundamente y conmovieron a Venezuela entera.