#OPINIÓN Conflicto civilizado vs conflicto violento

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Quienes miraron con interés el campeonato Mundial de Fútbol en Rusia vieron muchas cosas, principalmente la habilidad e inteligencia atlética de los jugadores y el saber trabajar en conjunto, pero hay más: el respeto a un árbitro que, sobre la marcha del juego, decide que estuvo bien y que no. Además, está claro que el árbitro no decide solo por su cuenta sino atendiendo a unas normas a las que las organizaciones deportivas, los equipos, los jugadores, el público y, por supuesto, el árbitro mismo, se someten voluntariamente y con el compromiso de respetarlas. Son normas que han ido evolucionando convirtiendo el juego en lo que hoy es, pero que inicialmente era una caimanera salvaje, con frecuentes huesos rotos y que puede tornarse tan violenta que incluso, en 1969, se convirtió en el falso motivo de una breve guerra entre Honduras y El Salvador.

Y al final de cada juego, aunque unos estaban felices y otros llorando, se abrazaban como si nada hubiera ocurrido. Pero obviamente, claro que ocurrían muchas cosas muy serias y graves: estaba en juego el prestigio de cada país, la carrera de los directores técnicos, de los jugadores, de las empresas que utilizarían sus imágenes para publicidad, una enorme cantidad de dinero, el ejemplo de moral y de lucha que representaban para los fanáticos de cada equipo, etc.

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Obviamente, también mostró su lado oscuro. Este año fue el escándalo de Maradona del que muchos sospechan estaba drogado y sin duda que fuera de sí.

En definitiva el fútbol que vimos fue un ejemplo excelente de conflicto normado, civilizado y esto es lo que se espera que sea el debe ser en todas las actividades humanas donde ocurre un enfrentamiento: que se resuelva sin que la sangre llegue al rio.

Por desgracia, aún estamos lejos de ese nivel de civilidad, especialmente si se trata de conflictos políticos donde se han borrado las reglas del juego civilizado. Y Venezuela y Nicaragua son un buen ejemplo de ello: sus regímenes no solo han roto las normas civilizadas, sino que además se perpetúan con el uso de las muchas formas de violencia, incluyendo la letal: el uso de las armas hiriendo y matando a manifestantes y del abuso de la represión encarcelando a los líderes opositores de manera arbitraria, violando los derechos humanos y saltándose a la macha todas las normas legales que les conviene saltarse.

No olvidemos la excelente definición de democracia que dio Fernando Savater: es la mejor forma de cambiar de gobierno sin derramar sangre. El régimen ha demostrado que tiene la voluntad de derramar sangre con tal de permanecer en el poder y hay una parte, afortunadamente pequeña, de la oposición que cree que solo la violencia podrá sacar al gobierno. Lo dice afirmando que ninguna dictadura ha salido por votos o por acciones de comeflores. En realidad si hay muchos ejemplos de la efectividad de la no-violencia para resolver conflictos políticos, pero para aplicarla es necesario conocerlos y estudiar los casos, los métodos, las tácticas y las estrategias. Y eso de estudiar no parece ser una pasión común entre muchos líderes de la oposición que con frecuencia actúan impulsivamente y sin estrategia y visión a largo plazo. Y para que los métodos de lucha no violenta tengan éxito, se requiere también de unidad de liderazgo y de objetivos, capacidad de lucha a largo plazo, valor personal, capacidad de sacrificio, disminución de los egos personalistas, credibilidad para ganarse la confianza de la población opositora, etc.

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