No es lo mismo un gobierno que una revolución. Un gobierno intenta, con variable éxito, solucionar problemas o evitar que éstos se produzcan. Una revolución, en cambio, pretende resolver la causa de todos los problemas.
Mientras el gobierno trabaja en la dimensión de los hechos, en cuya visión desde luego incide la subjetividad humana, la revolución parte del plano de las creencias, más propio de la religión que de la política o la administración. Tiene, diría Russell, un “hábito de certeza militante sobre materias objetivamente dudosas”.
Las revoluciones de inspiración marxista parten de la idea de que el origen de todos los conflictos es la propiedad privada de los medios de producción. He allí la causa de todos los problemas. Más aún, Marx y Engels creyeron que una sociedad sin propiedad no sólo era el deber ser, sino el destino natural de la historia humana.
El Nacional Socialismo, que también fue una revolución social, creyó desde Mein Kampf como quien tiene una revelación, literalmente, que el origen de todo mal estaba en “la cuestión judía”, de este modo la regeneración racial se convierte en central, en “la clave de la historia del mundo” como para Marx y Engels era la lucha de clases.
Las revoluciones están condenadas a la que Mommsen, refiriéndose al caso que recién menciono, llamó “radicalización acumulativa”. Si parten de un diagnóstico errado y se dedican a él, los problemas tenderán a agravarse y aparecerán además problemas nuevos. Como revisar el diagnóstico es ideológicamente imposible, siempre pensarán que lo que hace falta es más revolución, radicalizarse, o sea más error, con lo cual se producirá una escalada de agravamiento de la situación. Esto puede producir, como es históricamente comprobable, verdaderas catástrofes.
Cuando la inflación venezolana pasó hace rato de ser la más grande del mundo para convertirse en hiperinflación Nicolás y las colas y el “bachaqueo” son penosas secuelas de la escasez de cualquier cosa y del envilecimiento de la moneda, el jefe del gobierno Nicolás Maduro asegura que “La revolución se salva con más Revolución”. Escalofriante perspectiva si como sociedad no somos capaces de articular el cambio reclamado.