“Nuestro destino es trágico, porque somos individuos coartados por el tiempo y el
espacio” (Emerson)
Los años se nos van y pasan como pasa el tiempo raudo y veloz. El espejo no miente, la
época aquella en la que nos sentíamos poderosos, estimulados por el optimismo de los
años juveniles en que todo lo vencíamos y todo lo lográbamos, nuestra sustancia funcionaba a todo vapor, nos creíamos dioses envueltos en caramelo, la bonitura y la
potencia nos acompañaba en todos los campos, todo eso se nos fue, nunca pensamos en
que todo cambiaría más temprano que tarde.
La juventud nos defendía contra la inadmisible verdad de que no poseemos para siempre todas las de ganar. Pasar de una época a otra trae sus consecuencias y sus traumas. El tiempo nos empuja, varían nuestros roles. Para muchos el hecho de verse obligados a avanzar en edad, se presentó en su vida como una amenaza con la que lucharon por un tiempo, hasta entender que la ley de la vida es nacer, crecer, sumar años, avanzar y morir.
Cuando en algún momento nos miramos fijamente al espejo, descubrimos que cambiamos
que nada se queda anclado en una época. Para cada uno de nosotros existe la posibilidad
de emerger renacidos auténticamente, únicos, con las capacidades ampliadas de quererse
a sí mismo y de querer a los demás.
En lo referente al crepúsculo del sexo, esta realidad aún hoy, a muchos hombres conduce
a los brazos del pánico, no aceptan que todo cambia incluidas las hormonas, ya que estas
también forman parte natural de lo que es el proceso evolutivo de la vida.
Luchar o dejar de hacerlo, vivir amargado o contento, inevitable dilema que al final libra el
ser humano en su conciencia, en su vida y en sus sueños en los que alguna vez lo muestra
la vida triunfante, otras vencido.
Son los sueños los que verdaderamente mantienen el hombre atado a la esperanza,
aunque a veces esta no sea tan benevolente como lo es el impulso de la impaciencia que
lo obliga a actuar y salir de la inútil espera. Es en sus sueños en los que también el ser
humano es realmente libre y soberano, con los recursos inagotables que le brinda su
propio terreno.
Dicen los expertos respecto a este tema que es a los cincuenta años aproximadamente el
momento en que hombres y mujeres experimentan el inicio del retroceso sexual. La
Ciencia no descansa en hacer todo lo posible por prolongar nuestros años en salud y vigor.
Aunque el campo de la vida ya no sea verde, el viento seguirá soplando sobre la aridez del
paisaje, aunque no encuentre mucho que mover, siempre aparecerá el retoñar de una
florecita donde algo de agua quedó. Ni mayo ni abril son eternos, también a sus lozanías
llega el invierno. A pesar de su crudeza, todavía el sol da calor a los huesos, de la misma
manera seguirá calentando los campos y alumbrando al pájaro su vuelo…
Los años finales aparecen con su carga de temores, enfermedades y cansancios, razones
que no impiden a nadie gozar de la vida y del amor.
“Los hombres se equivocan al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin
saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A los ancianos les enseñaría que la
muerte no llega con la vejez sino con el olvido” (García Márquez)