Las recientes jornadas militaristas del 24 de junio y del pasado 5 de Julio, ratificaron que Venezuela es un país ocupado, dependiente política e ideológicamente de un comunismo a la cubana que se administra de acuerdo al tiempo que vivimos. Los valores que alimentan la vida en libertad y democracia han desaparecido progresivamente. Los políticos tenemos la obligación de ejercitar la razón y el coraje frente a una realidad inaceptable
por más tiempo.
Estamos hartos de acumular hechos y noticias deplorables inútilmente. El arcaísmo, la inercia mental y las destrezas abstractas generan errores y desviaciones tanto en el gobierno como en las distintas manifestaciones opositoras. Ya basta del manoseo constante de una realidad que tenemos la obligación de cambiar sobre la base de principios firmes que debemos mantener vigentes.
El sufrimiento del pueblo crece aceleradamente. El tiempo para reaccionar se agota. Se trata de una verdadera tarea de liberación nacional. El país tiene ideas, planes, proyectos concretos para liberar y enrumbar todas las áreas de la vida nacional. También tiene, dentro y fuera del país las personas competentes y dispuestas a asumir el enorme reto de la Pero, para ello es indispensable el cambio radical del régimen empezando por la salida de Maduro.
Venezuela ha cambiado mucho. No se trata de volver a un pasado que no volverá. Se trata es una especie de fidelidad a un futuro que debemos construir en el presente, a metas aún no conquistadas. No queremos ser fieles a lo que hemos sido, exclusivamente, sino a lo que hemos querido hacer sin haberlo logrado.
En el entorno madurista temen al juicio que seguirá a esta izquierda estéril e inmoral, protagonista del más terrible fracaso de que tenga memoria el continente americano. En este tiempo empantanaron toda la vida pública, desprestigiaron a la izquierda decente y democrática, enterraron a los más pobres y tienen a Venezuela en hilachas.
Hay diferentes opciones para salir del régimen. Debemos explorarlas todas. Desde una rebelión general, hasta una intervención armada nacional e internacional, juntas o por separado, incluyendo una seria consulta directa al pueblo sobre lo que quiere y lo que rechaza que podría estar bajo la orientación de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo legítimo con la supervisión de organismos internacionales. Todas las acciones tienen sentido humanitario. De allí el ánimo libertador que las debe acompañar.
Ed Fulner escribió hace años: “Podemos nosotros crear un gobierno nacional pequeño y fuerte, menos intervencionista, que nos proteja de los peligros internos y externos….y que promueva el rol de las leyes estimulando el mercado libre…. La respuesta es SÌ, pero no sucederá a menos que trabajemos para lograrlo”.