Estuve en la antesala del Consejo Legislativo en las dos sesiones durante las cuales interpelaron a los dos jóvenes periodistas, Brian Vidal y Juan Diego Vílchez. Los mensajes de las redes hacían pensar que un gentío estaría pugnando por estar allí, acaparando el poco aire y asientos que sus pasillos ofrecen, pero salvo por la presencia de los directivos del Colegio de Periodistas, hubo poca representación de colegas y de representantes de la sociedad civil.
Estos días duros nos obligan a ver, a pesar del árbol de la emociones, el bosque de la realidad y los cambios que afectan la vida de todos. Por ejemplo, el porqué solemos creer que un mensaje en la red, basta para sustituir nuestra presencia en eventos que requieren de la calidez del acompañamiento.
Alhama de Granada, es hoy una localidad de la provincia de Granada, en Andalucía, conocida por manantiales de agua caliente que le dieron su nombre de al-Hama, «el baño». Situada en medio de la imponente naturaleza disfruta del río que lleva su nombre. ¿Clase de geografía en los pasillos de la Legislativa? No. Tan sólo una digresión para visualizar el contexto que me permita aludir a la opinión de Freud, quien hizo mucho énfasis en nuestras formas psíquicas de defensa, a partir de las historias clínicas de sus pacientes y de las versiones de la historia colectiva, como el relato presente en el lamento moro “Ay de mi Alhama” en torno a su caída. Nos explica las razones inconscientes de la actitud de su rey, quien al recibir la noticia, comprende que ha perdido el poder y en un acto de mecanismo defensivo compensatorio, ratifica por última vez su poder absoluto, al quemar las cartas que trajeran tal noticia y matar al mensajero.
¿Alguna relación más obvia que la del bendito mecanismo defensivo con la citada “interpelación ” de nuestros dos jóvenes y prometedores periodistas?
Lo que parece ser una constante, es que no se suele amar al mensajero que trae malas noticias. Especialmente si quien las recibe representa al poder y el mensajero, un medio de comunicación. Como si la realidad no hablara por sí misma a gritos: la de los hospitales sin equipos, agua, quirófanos ni insumos en destartaladas instalaciones, que aún conservan rastros de viejos esplendores. Pacientes o familiares testigos de los esfuerzos de médicos y enfermeras por salvar vidas.
En un país donde se salta la ley a la torera, las expropiaciones se hicieron costumbre y se hace populismo con la pobreza, no es descabellado que algunos grupos militantes piensen que la propiedad privada pueda violarse y se hayan dado casos propiciados en el pasado como en el presente, de invasiones de terrenos y de casas. De la misma manera, no contar desde hace varios años con cifras oficiales que den cuenta de la situación de la salud en Venezuela, estimulando el secretismo y la confidencialidad, ha hecho difícil la labor periodística en el área. Acudir a los resultados de trabajos científicos avalados por sociedades médicas prestigiosas, es una vía legítima de información.
No informar, no cambia para nada el hecho mismo, salvo la esencia misma del deber ético del periodismo de todos los tiempos y lugares y por ello la labor del periodismo responsable es muy importante en todas las sociedades y los Estados han de garantizar la libertad de expresión y el derecho a la información. Ahora bien. Quienes interpelaron, ¿creen para sí que informar sobre la realidad significa crear zozobra y miedo en la población? Creemos que no. Que simplemente es una política de Estado.
Matar al mensajero en estos momentos equivale a “judicializar”, vía por la cual se pretende llevar a juicio toda protesta, opinión y posición, política o no, que visualice lo invisibilizado. “Denunciar al denunciante”, es la estrategia del poder para denunciar a la oposición organizada o no; a las organizaciones civiles, a los individuos que reclaman por estarse muriendo, su derecho a la vida, caso de los enfermos crónicos, trasplantados, inmunodeprimidos, padres de niños en tal condición que exigen las medicinas; los médicos y enfermeras, los trabajadores…
Brian Vidal y Juan Diego Vílchez asistieron y declararon sin temor, con sencillez y la seguridad de estar haciendo lo que les corresponde hacer, convencidos de su responsabilidad como comunicadores sociales, inmunes a cualquier judicialización. Representan las jóvenes generaciones que reconstruirán con nuestra ayuda, el país de todos, entre otras cosas, porque saben muy bien que en estos tiempos de tecnologías y redes globales, matar al mensajero, no restituye el poder, ni el tiempo perdido.