Continúa el cierre de instituciones que en su momento fueron iconos de excelencia. ¡Qué dolor siento cuando veo que al país caer pedazo a pedazo! Pensar en todo el esfuerzo, el trabajo y la dedicación que quedan tras esas puertas cerradas. Lo que pierden quienes las fundaron, trabajaron y las hicieron crecer y quienes fueron beneficiados por ellas.
Ahora le toca el turno a Dugarbín, un colegio para niños con retraso en el desarrollo, un auténtico diamante que fue pulido día a día por sus dueñas y quienes las acompañaron en su empresa.
Hace más de 30 años, las psicopedagogas Lillian Ducharne de Vera, Thamar García de Manrique, Rebeca García de Cottin y Maritza Rubín de Franchi -una composición de sus apellidos forma el nombre, Dugarbín- con muchos sueños y muchas ganas de trabajar fundaron el colegio especializado en niños de un sector desatendido, hoy más que nunca.
Conozco muy bien la institución: mi hija Tuti estudió allí dos años. Tuve la dicha de conseguir cupo – mi vecinito estudiaba allí también- y Mariela Guzmán de Pulido la acogió bajo su ala. Pude ver de primera mano la mística, el entusiasmo y el amor con que trataban a los niños. También cómo les exigían, los guiaban, los aupaban. En Dugarbín los pequeños logros se celebraban como grandes. Los niños no eran felicitados, eran
“felicitadísimos”. Eran corregidos con firmeza y cariño a la vez. Eso les permitió a muchos consolidar su autoestima y poder seguir a cursar el bachillerato una vez terminado el sexto grado. Y quienes no podían, eran orientados sobre dónde y cómo ir. Como madre de una niña especial sé cuán valiosos son esos aportes, pues uno va aprendiendo sobre la marcha y Dugarbín era esa especie de hogar donde uno se sentía seguro y podía volver cada vez que necesitaba sentirse apoyado.
En julio, ese tesoro se convertirá en un buen recuerdo en las mentes y en los corazones de quienes lo conocimos. El éxodo de maestras y niños, aunados a las enormes dificultades que significa tener una unidad educativa privada en estos tiempos de revolución hace que sea imposible seguir con la obra. Un destrozo más que añadir a la cuenta del chavismo.
Mis queridas Lillian, Thamar, Rebe y Maricita. Mariela, Adri, Alicia, María Elena, Mary Carmen, Claribel y todas las demás, desde el fondo de mi corazón, gracias.