Reiterando nuestra preocupación, el grave problema de la universidad está relegado frente a otros natural e inmediatamente urgentes, en pugna con los que aporta esta dictadura y su incansable afán de banalizar la agenda pública. Al oxímoron de nuestros tormentos, como el de la insólita quiebra de un país petrolero, se suma la resignada renuncia a toda posibilidad de una sociedad de la información y del conocimiento estratégico.
Consabidas facetas, como el déficit presupuestario, el deterioro de la planta física, la sujeción al hampa común, o la deserción estudiantil y profesoral, pasan de largo al tratarse de las nuevas generaciones que se resignan, soportando el oprobio o esperando por apostillar lo más pronto posible. E, incluso, no hemos precisado su identidad (aunque se nos dijo, perteneciente al movimiento llamado “Terra”), un representante estudiantil de la Universidad Simón Bolívar, la misma que rindió un formidable testimonio de protesta, ocupando las calles en 2017 que dejaron un saldo tan injusto de muertos, mal heridos y detenidos, tuvo la desvergüenza de aceptarle al gobernador ilegítimo de Miranda, un cheque de contribución para una actividad deportiva o recreativa, en fecha más o menos reciente.
Por supuesto, hay las excepciones de rigor, pero no basta con invocarlas para atenuar una terrible angustia: las nuevas generaciones tiene por olvido a la propia universidad para satisfacción del régimen. Deseamos que su defensa sea un hecho masivo, un símbolo generalizado, una bandera empinada aún en las peores circunstancias por todos.
Algo está mal, pues, solemos recordar el nombre de los protagonistas de las generaciones de 1928, 1936 o 1958, pero cuesta demasiado adivinar el de los que han presidieron las federaciones de centros de las universidades más importantes del país, por estos años. Muchos ingresaron a la burocracia de distintos partidos, diluyéndose, como ha ocurrido con la propia y tan urgida defensa de la universidad autónoma.
Sentimos que el mayor peso de las angustias, corre por cuenta del profesorado y sus gremios en distintos lugares del país. Ha sido inmensa la tarea de denunciar y la de proponer soluciones, multiplicando los riesgos de persecución y prisión: no los dejemos solos en un esfuerzo que es el de la propia liberación del país: la libertad y la democracia, no son cosas del azar.