#OPINIÓN Los caprichos de la suerte

Perdieron 40 kilos en tres meses de reclusión los dos hermanos, presos políticos del gobierno de Nicolás Maduro, en una combinación de Auschwitz con Gulaps. Es una aterradora historia que ocurre en pleno siglo XXI, jamás pensada, una contundente amenaza ya ejecutada; “el que conspire va preso”. Anoten las consecuencias, están libres, vivos, pero con daños físicos, intelectuales y espirituales de por vida. Pio Baroja, nacido en San Sebastián, vasco, 1872, Médico, después dedicado plenamente a las letras, exiliado en París, huye de la persecución de los republicanos durante la guerra civil. Autor de muchas obras, entre ellas Las Saturnales, una trilogía: Miserias de la guerra, continúa con el cantor vagabundo y concluye con los Caprichos de la suerte. En ellas retrataba la naturaleza humana, la violencia, la injusticia, y desgarradoras historias de esa tierra hispánica que fue teñida por la sangre de muchos inocentes. La aplicación de la teoría de la revolución marxista de que toda vieja estructura social había que deshacerla, eso mismo que pretenden los revolucionarios rojos rojitos en Venezuela, lo realizaron en España, pero como no sabían hacerla, ni tenían ningún proyecto que valiera la pena, daban palos de ciego, y atacaban como un toro furioso todo lo que tenían por delante, sin ir a comprobar entre los enemigos quienes eran peligrosos y quienes no, quienes buenas personas, quienes eran chanchulleros o intrigantes. Acabaron con las libertades, la propiedad privada, el derecho a la tierra, a la libre empresa y el comercio, desencadenando desabastecimiento, hambruna, insalubridad y genocidio.Las fuerzas represoras: milicias, policiales o civiles que habían asesinado a mansalva a quienes se oponían, contaban sus hazañas jactándose de ellas. Que similitudes tienen todos los países que han pasado por la experiencia de las dictaduras en sus variantes totalitarias del siglo XX: fascismo o comunismo, porque el desencanto no dura lo suficiente,en breve tiempo olvidan como se han desbastado, repitiendo la historia, insalvablemente, en nuevas versiones como el castro narco terrorismo americano. Muchos pensadores y filósofos en las dictaduras viven abandonados sin que nadie los apoye; en general los tontos, los ninguneados, los ninis, no se sabe por qué, encuentran más protección, será porque el tonto resulta una persona mas confortable dondequiera que se constituya una sociedad poderosa, un estado, una religión, una ideología. La opinión pública adversa, es una idea nietzscheana, donde quiera que se establezca una tiranía se odia al intelectual o al filósofo solitario que la produce. Igual pasa con nuestros jóvenes, la mayoría estudiantes universitarios o profesionales, han entendido que el pensamiento, el razonamiento, en fin, la filosofía, proporciona al hombre un refugio a donde el despotismo no puede alcanzarle con sus esbirros, desde cuyo interior el solitario le hace la higa al tirano. Por eso prefiere el asilo. ¿Qué asilo es ese? La caverna del mundo interior, efectivamente, allí está a cubierto de leyes y disposiciones tiránicas. Esos son nuestros jóvenes, y mucha gente en nuestro país de todas las edades que no han podido emigrar todavía, que se exponen a otro peligro. El de que, rodeados como viven de las opiniones que reinan, su silencio se interprete por simpatía y sean juzgados sin exactitud, y se les presente aprobando lo que odian. Pero los que hemos emigrado y vivimos en asilo político en otros países, me decía un amigo que tiene varios años expatriado, principalmente nos quejamos de la pobre fraternidad de los coterráneos, aquí cada cual se atiene a ley de su egoísmo y no piensa en el prójimo, como sea para darle contra una esquina, la fraternidad se ha convertido en una carrera de competidores, como a los chiquillos a quienes se les ofrece repartirles una caja de dulces. Calculan que, cuantos menos sean, tocarán a más. El hombre es malo, cruel y cobarde. Es la única verdad que tienen las ideas reaccionarias, Si, pero ¡que se va a hacer! Son los caprichos de la suerte que te toca vivir.