#OPINIÓN “El fútbol es vida”

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Este es el eslogan que identifica una televisora nacional deportiva en este mundial de fútbol en Rusia. Sin embargo, a pesar que nos encanta el deporte y por supuesto el fútbol. Ojo, tenemos nuestros favoritos. No compartimos esta afirmación. Alguien quiso etiquetar a los cristianos como aburridos que no nos gusta nada. Ni los juegos, ni las fiestas, ni otras cosas más. Y brevemente le expliqué lo siguiente. Cuando nos acercamos más a nuestro Señor Jesucristo, descubrimos que no era un ser amargado.

Demostró que le gustaban las reuniones entre amigos, las disfrutaba y si podía colaborar lo hacía con todo gusto. Cuando asistió a las bodas de caná era una fiesta. Un matrimonio. Como pariente de los contrayentes, María había ayudado en los arreglos relativos a la fiesta, lo que indica la cercanía que la familia organizadora de la boda tenía con Jesús. Seguro, hablaba con todos de temas trascendentes para la vida y eso hacía la diferencia. Se sentía feliz de estar allí porque podía ayudar a alguien. Y allí hizo precisamente su primer milagro. Convierte el agua de las tinajas en el mejor vino sin fermentar, sin alcohol, que el maestresala quedó fascinado.

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El problema se presenta cuando el cristiano se extralimita en su función de fanático y se convierte en un peligroso holligan. Cuando pasas horas sumergido en una pantalla de TV que te aparta radicalmente de tu comunión con el Señor Jesús. Cuando el ambiente deportivo te aleja del estudio de la Palabra de Dios, de la oración y de las buenas relaciones con el prójimo. O, a la hora de adorar, estando en la iglesia, tu mente se encuentra en las incidencias del partido, entonces, estás cayendo en el campo de la intemperancia. Pero ver, seguir las incidencias del torneo y compartirlo sanamente entre amigos y la familia no es malo.

En donde muchos no están de acuerdo, es en mi negativa a ir a algún estadio multitudinario a presenciarlo de cuerpo presente. Y es mas por seguridad que otra cosa, me parece, no es el lugar donde Dios quiere ver a sus hijos. Sumergir la personalidad en lo más profundo de un fanatismo es muy peligroso. La tragedia de Hillsborough, Inglaterra, 1989, está considerada como una de las peores, sino la peor, de toda la historia del fútbol. 96 seguidores del Liverpool Fc, la mayoría menores de 30 años, fallecieron aplastados al producirse una avalancha en el estadio. Y hoy día ir a cualquier evento público con aglomeración de cientos de miles de personas no garantiza ninguna seguridad para nadie y eso no es vida.

A parte de eso, Liverpool, como muchas ciudades del mundo, siempre ha sido una ciudad dividida entre dos equipos, entre dos aficiones, entre dos formas de ver la vida. Dicen los reporteros. “Aquí, familias enteras, se dividen cuando llega el Derby del Mersey. Familias sentadas en sitios opuestos de la mesa a la hora de comer es muy común”. ¿Cómo les parece? A eso lleva el fanatismo deportivo y eso, no va con el Evangelio. “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” Marc.12:30,31. La pregunta sería. ¿Dónde estará tu corazón, toda tu alma, toda tu mente, tus pensamientos y todas tus fuerzas, si las dejas en los partidos del mundial del fútbol? Obviamente todo exceso es perjudicial, porque nos aparta de DIOS.

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