Nos han llegado unas imágenes grotescas, realmente alarmantes por las redes sociales donde se desnuda la realidad dramática que viven los habitantes de la Gran Caracas en relación a la severa crisis de abastecimiento de agua potable que existe en todos los barrios de la Capital de la República. Interminables colas de personas con sus tobos a cuesta para recoger un poquito del preciado líquido que les permita sobrevivir el día. La bota opresora se hace presente en el marco de una crisis de servicios públicos primarios, que nos condena a vivir en la miseria más brutal que país petrolero alguno haya vivido en doscientos años. El morbo oficial se limita a decir que todo obedece a la sequía que ha colocado los niveles de los embalses de todo el país en condiciones críticas. Una excusa que nos hunde en la opacidad más absoluta de cara a la ineptitud de un régimen al cual se la acabaron las opciones.
Recordemos que las líneas básicas de servicios públicos primarios, representan el vértice angular sobre el cual se apalanca el desarrollo de la civilización humana. Sin un desempeño adecuado de los mismos, la sociedad simplemente sucumbe. Se fractura. Se desintegra. Se diluye en la miseria inducida por la ficción ideológica de una partida de incapaces. En términos reales, una ciudad sin agua, sin luz, sin drenajes, sin vialidad, sin transporte, se convierte en una ciudad fantasmal, porque sus habitantes tendrían que desplazarse hacia otras latitudes donde la prestación de esos servicios le permitiese al hombre libre desarrollar sus capacidades generadoras de riqueza y bienestar colectivo. Somos prisioneros de un régimen que utiliza el descontrol y la anarquía como fórmulas de dominación. Somos esclavos de la improvisación y rehenes de la utopía igualitaria que sepulta nuestras destrezas y castra nuestras capacidades de crecimiento, para finalmente postrarnos en la humillante dadiva como única forma de sobrevivencia.
El país debe reaccionar con firmeza y determinación frente al oprobio de un régimen atrapado en la impericia. La suplantación del conocimiento por la incondicionalidad ideológica, ha violado los más elementales derechos constitucionales que nos asisten como ciudadanos nacidos en esta tierra de privilegios naturales. El concepto de riqueza se ha extinguido por completo, para reducirse a círculos muy cerrados de minorías dominantes que mediante el uso de la fuerza, impiden el acceso a bienes y servicios al resto de la población.
Es tiempo de pasar la página para reencontrarnos en la verdadera unidad construida desde una ancha base estructurada sobre todos los sectores de la vida nacional. Solo así, podremos pensar en diseñar formulas y señalar caminos certeros que nos enrumben hacia la reconstrucción de los sistemas de servicios públicos primarios, como palanca impulsora del renacimiento de la nueva Venezuela, que irrumpe desde el conocimiento y desde las destrezas de la generación de venezolanos mejor formada de todos los tiempos.
Mis comentarios:
– La intempestiva salida de Florido de la comisión de asuntos internacionales de la AN, deja muchas dudas que deberían ser aclaradas ente la opinión pública para evitar especulaciones que no le hacen ningún bien a la oposición.
– Si algún dirigente se aprovecha de las ayudas humanitarias, para su lucro personal, debe ser tratado como criminal de lesa humanidad y llevado al tribunal penal internacional para ser enjuiciado.
– Precisamente por eso deben ser despajadas todas las dudas al respecto.
La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es afrenta de los pueblos (Proverbios 14-34)