Mariano Rajoy ha sido despedido del Congreso por diputados del PP, asesores y trabajadores del grupo parlamentario popular entre aplausos y gritos de «presidente, presidente».
El hasta hoy presidente del Gobierno ha salido al patio de la Cámara Baja y, antes del subirse al coche oficial, ha recibido besos, apretones de manos y abrazos de sus compañeros de partido, algunos de ellos visiblemente emocionados y con lágrimas en los ojos.
Esta cuarta moción de censura desde la vuelta de la democracia en España en 1977 -las tres anteriores fracasaron- era vista a principios de semana por los analistas como algo con pocos chances, pero en las últimas horas el viento cambió de dirección.
La moción fue presentada el viernes pasado por el Partido Socialista, principal opositor, un día después de que se conociera la sentencia del caso Gurtel, una trama de corrupción en la que una serie de empresas sobornaron a responsables del Partido Popular de Rajoy para obtener contratos públicos entre 1999 y 2005.
Además de condenar a 29 personas a 351 años de prisión, entre ellas una docena de cuadros del PP, la sentencia obligó al partido a pagar una multa como «partícipe a título lucrativo» y puso en duda la credibilidad de la declaración judicial de Rajoy, quien dijo ignorar cualquier financiación ilegal del partido.
