Dos puntos previos. Primero, cometí un error en mi artículo anterior, “Soberbia científica”, mi amigo, el erudito Dr. Paul Leizaola Azpiazu, me lo corrigió: el sabio sacerdote belga, Georges Lemaître, no era jesuita, sino del clero secular. Segundo, ahora omiten en mis artículos de este diario el nombre de mi columna, “Del Guaire el Turbio” y me duele: era la herencia del de la columna que mi padre, por muchos años, mantuvo aquí. ¿Se iría con el papel?
Y ahora sí, entremos en materia. Apesta. Hay un tufo de pudrición por todas partes. Un inmenso territorio descompuesto. Aquella hoya plena de riquezas vegetales, minerales y animales, de hombres conquistadores del futuro, pujantes, ya no existe, se ha muerto, los ríos que alimentaban su plenitud se han secado. Ni honor, ni justicia, ni probidad, ni respeto a la dignidad del otro, ni caridad, ni misericordia, sólo odio. Por eso no quedan sino los cadáveres de lo que fue. Sólo se ve vida en los zamuros que, aunque ya se lo han comido todo, son insaciables y todavía vienen por la carroña que pueden arrancar a los hueso marchitos.
Quizás la comparación no es feliz. Los buitres, los zamuros, los zopilotes o como se les quiera llamar, son animales nobles, cumplen a cabalidad su misión de sanear, aunque su trabajo nos de asco, es muy necesario. Dios lo premia dándole a estos pájaros de costumbres y colores siniestros, el vuelo más bello y majestuoso que pueda tener ave alguna. Remontan, abren sus alas y en cruces estáticas planean entre las corrientes del viento.
Aquéllos no, son sólo demonios rastreros que se engulleron un país. Huele mal, muy mal, la madurez se pudre irremediablemente. Ahora inventan una vez más, sainetes, pantomimas, ¿hasta cuándo? Cifras sacadas del pumpá de un mago -o maga- adiestrado en la cuestión. Millones que se multiplican como los baldes de agua y las escobas de Mickey Mouse en aquella versión inolvidable en “Fantasía” de Walt Disney, del famoso aprendiz. Pero allí era arte, aquí, negación. Como telón de fondo, masas humanas logradas por la tecnología, vistas yuxtapuestas de otras manifestaciones contrarias; fotos de colas de desesperados buscando productos en los mercados, maquilladas en nutridas hileras de sufragistas ausentes. Montaje, puro montaje, pantomimas y bambalinas como en el teatro… pero un mal teatro.
Sin embargo, hay que estar alerta, prepararse, porque lo que amenaza es eneas, joropo de alpargata. Nada fácil: la pantomima insulsa no da más, terminará irremediablemente en drama. Está carcomiéndose a sí misma, se agotaron las fuentes de ingresos, la credibilidad entre unos y otros -desconfían, temen- y la inmunidad. No pueden poner dar un paso fuera de las fronteras. Pero resistirán hasta el final, claro, les va la vida, el poder y la libertad en ello. No, no será fácil, porque los uniformados cambiaron el honor por el lucro contaminado de estupefacientes.
Drama cruento, pero con final feliz, porque tras la oscuridad viene la luz. Henchidos de fe y esperanza, esperemos optimistas y en pie esa aurora.