El militante anticastrista cubano en el exilio y exagente de la CIA, Luis Posada Carriles, falleció el miércoles en Florida, dijo su abogado. Tenía 90 años.
«Puedo confirmar. A las cinco de la mañana falleció», expresó a The Associated Press su abogado Arturo Hernández.
Posada fue el presunto autor intelectual de una serie de ataques con bomba a hoteles en La Habana en 1997 y de derribar un avión de pasajeros cubano en 1976, con un saldo de 73 muertos.
Hernández dijo que Posada Carriles padecía desde hace años cáncer de garganta y hace dos años fue operado. Dijo que falleció en el sur de la Florida.
Desde hace tiempo permanecía en un hogar del gobierno para veteranos de guerra en el condado de Broward.
En 2011, un jurado federal en El Paso, Texas, lo absolvió de mentir a las autoridades estadounidenses acerca de su papel en los ataques en La Habana para poder obtener asilo político.
Posada era miembro de un grupo de exiliados cubanos que la CIA entrenó en la década de 1960 para derrocar el incipiente gobierno comunista de Fidel Castro. A diferencia de la mayoría de sus camaradas, nunca regresó a la vida civil ni renunció a la violencia como medio para provocar un cambio de régimen en la isla.
«Si Castro entrara por la puerta, lo mataría, no porque lo odio sino porque también mataría a una cucaracha», dijo Posada a The Associated Press en varias entrevistas entre 2009 y 2010.
Para muchos exiliados mayores, Posada era un combatiente por la libertad que hacía lo necesario para tratar de derrocar una dictadura. Otros lo consideraban un terrorista impenitente.
Peter Kornbluh, jefe del proyecto Cuba del Archivo Independiente de Seguridad Nacional, quien durante años trató de obtener documentos confidenciales relacionados con Posada, dijo que «la CIA creó y desató un Frankenstein».
Posada siempre negó toda participación en la bomba del avión, la más mortífera de su tipo hasta la explosión en un vuelo de Pan Am sobre Lockerbie, Escocia, en 1988.
En una entrevista con The New York Times en 1998, asumió la responsabilidad por los ataques en La Habana, en los que murió un turista italiano, aunque luego se retractó.
Preguntado por la AP sobre esa entrevista, Posada dijo que no había escuchado o comprendido las preguntas del Times, después mencionó a su abogado y finalmente rió y se encogió de hombros.
El exiliado cubano mantuvo una relación oficial y a veces turbulenta con la CIA hasta 1975. Pero durante sus años de vida en Latinoamérica mantuvo algunos contactos con funcionarios estadounidenses, hasta el juicio y absolución en 2011. La comunidad cubana de Miami lo recibió como un héroe.
Nacido en Cienfuegos, Cuba, en 1928, Posada estudió química en la Universidad de La Habana y trabajó durante algún tiempo en la fábrica de neumáticos Firestone. Tras la victoria de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959, se sumó a la oposición política y pasó un breve período en la cárcel. Huyó a México y llegó a Estados Unidos en 1961.
Su hermano y hermana junto con otros familiares permanecieron en Cuba y durante toda su vida Posada les envió dinero a través de amistades y otros emisarios.
Después de varios años en Estados Unidos, se divorció de su primera esposa y se casó con Elina Nieves. La pareja, que tuvo un hijo y una hija, vivió separada durante mucho tiempo, pero últimamente se jactaba de que Nieves seguía lavándole la ropa.
Posada se entrenó para la invasión de Bahía de los Cochinos de 1961, pero no participó. Fue entonces que trabó amistad de por vida con el influyente exiliado Jorge Mas Canosa y juntos se graduaron de la escuela de entrenamiento de oficiales del ejército en Fort Benning, Georgia.
Posada dijo en varias ocasiones que Mas Canosa le dio ayuda económica.
Desde el principio, sus jefes en la CIA lo consideraron una voz confiable e incluso razonable entre los exiliados, sobre los cuales estaba dispuesto a informar, de acuerdo con documentos desclasificados por pedido del grupo independiente Archivos de Seguridad Nacional.
«A15 no es el típico ‘pistolero'», escribió su jefe Grover Lythcott en 1966, empleando el nombre clave de Posada. «Es muy consciente de las implicaciones internacionales de las actividades mal planificadas o excesivamente entusiastas contra Cuba».
Posada dirigía su propia firma de seguridad en Venezuela cuando lo acusaron de coordinar la colocación de la bomba en el avión de pasajeros cubano que explotó sobre el Caribe poco después de despegar de Barbados en 1976. Lo arrestaron cuando dos empleados de su firma confesaron haber colocado las bombas.
Posada _que tenía fuertes vínculos con el gobierno venezolano de entonces_ fue absuelto por una corte militar. Escapó de la cárcel disfrazado de cura mientras aguardaba un segundo juicio en una corte civil.
Pudo llegar a El Salvador, donde ayudó al gobierno de Ronald Reagan y al coronel Oliver North a abastecer a los rebeldes de la Contra nicaragüense contra el gobierno sandinista.
Se trasladó luego a Guatemala, donde en 1990 sobrevivió a un atentado que le dejó cicatrices en la cara y el cuerpo y le alteró permanentemente el habla.
En 2004, fue condenado en Panamá en relación con un atentado fallido contra Castro, pero la presidenta Mireya Moscoso lo indultó por pedido de varios legisladores cubano-estadounidenses de Florida.
Reaparecido en Miami en 2005, fue arrestado bajo la presión internacional para que el gobierno de George W. Bush le aplicara los mismos criterios que a otros presuntos terroristas.
Estados Unidos se negó a entregarlo a Venezuela o Cuba por temor a que fuera torturado, ni tampoco lo juzgó por terrorismo, sino solo por violación de las leyes de inmigración.
Las opiniones sobre el veredicto fueron tan divergentes como sobre el mismo Posada. Algunos dijeron que era demasiado poco para un presunto terrorista, otros que era un juicio político a un patriota anciano. Otros dijeron que la absolución, al cabo de tres horas de deliberaciones, fue una burla a la justicia.