Permanecemos en este mundo de puertas abiertas llenos de preocupación, envueltos en una maraña de temores. Quejarse de nada sirve, buscar la solución a los problemas es el camino. Aunque la caída haya sido fuerte, levantarse y seguir adelante es más honroso que permanecer caído o esperar que venga otro a levantarlo.
Muchos caminos se nos presentan en la vida invitándonos a entrar en ellos, pero hay los más sobresalientes que son el camino del bien y el camino del mal. Los heroísmos, las ambiciones, las palabras y los caminos son continuidad del mismo tapiz que se va entrelazando y dejando ver la obra con el paso del tiempo. Cualquiera sea la decisión, con nosotros no se van ni los hechos ni el camino, ni la riqueza, todo eso queda atrás.
En las circunstancias que nos rodean y en lo que acontece dentro de nosotros mismos, todo es cuestión de tiempo. Para construir un bien se puede llevar toda la vida, en cambio para echarlo abajo bastan unos cuantos minutos; esto demuestra que al hombre le es más fácil hacer el mal que hacer el bien.
La frase memorable de “No hagas a otro los que no te gustaría te hicieran a ti” se olvida con frecuencia. A través del tiempo, con sus acciones el ser humano ha demostrado lo difícil que le es cumplir esta máxima, más difícil le es cumplirla cuando tiene el dominio y la riqueza en sus manos.
Todos deseamos ir tras el triunfo, pero el triunfo le sonríe solamente a los que no se quedan parados ni dudosos en mitad del camino. Las batallas que nos pone la vida en el camino se enfrentan no se evaden. Grande es quien logra superar sus fracasos y derribar las grandes barreras del mundo y sus propias barreras. “El hombre que se levanta es más grande que el que no ha caído” (De autor anónimo).
A veces la tragedia es el inicio del mayor bien cuando se aborda con valentía y se vence, esta es la mejor manera de crecer y seguir construyendo bienes.
Por un lado la burda fuerza el pensamiento doma, por otro lado la ciencia avanza y con ella la humanidad su inteligencia perfecciona. Aunque le ha sido difícil al hombre confirmar su extracción divina, sus acciones, noblezas y actitudes lo engrandecen cuando aplica en cada obra el bien y solo el bien. El mal no puede prolongarse como tampoco puede el vacío negar el paso a las auroras; el bien sube al cielo en espiral, abrasado en resplandores de la luz que a Dios lo une y eslabona.
Todo en la vida del hombre se mueve a través de sus luchas, dilemas y ambiciones, quedando al final de su camino aprisionado en sus propios espejismos. Nada es eterno en este mundo, no hay poder ni riqueza ni gloria que prolongue la existencia del hombre más allá de su destino señalado.
La gloria del bien para el mundo y para cada ser humano está en oponerse al mal, inexorable traba, para dar paso a lo sublime, al hermoso sentimiento y a la paz del corazón devolver su armónico latir, que se iluminen nuestros vastos horizontes y los lazos vuelvan a estrecharse como hermanos en perfecta armonía.
Hay caminos que conducen a alguna parte, hay los que no llevan a ninguna parte –Yo voy por el camino que elegí, aquel en el que es el viento sobre el océano de la vida empuja mi velero, sin ceñirme a más norma que a la mía.