Venezolanos votan en medio de una profunda crisis

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Los venezolanos acuden el domingo a las urnas en una elección presidencial en la que se espera que el mandatario Nicolás Maduro se imponga para un segundo periodo de seis años, a pesar de una profunda crisis que agrava la escasez de alimentos, dispara la inflación y derrumba la producción petrolera de la nación sudamericana.

Más de un millón de venezolanos han abandonado su país en años recientes en busca de una vida mejor en el extranjero, mientras que quienes permanecen aquí deben padecer el estar horas en fila para comprar alimentos subsidiarios y retirar dinero en efectivo, el cual es ahora casi imposible de encontrar.

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Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los venezolanos responsabilizan a Maduro de los crecientes problemas, aún aparece como el favorito para ganar en parte gracias a que sus principales rivales boicotearon la elección ante la desconfianza hacia la autoridad electoral, la cual es controlada por partidarios del gobierno.

Maduro terminó su campaña el jueves bailando en un escenario ante una multitud que lo aplaudía y ante la cual culpó de los problemas que enfrentan a una «guerra económica» orquestada por Estados Unidos.

«Les tiendo mis manos a todo el pueblo venezolano para que vayamos juntos con amor a recuperar nuestra patria», dijo Maduro, el sucesor del fallecido expresidente Hugo Chávez, quien lanzó la llamada revolución izquierdista en Venezuela. «He visto el futuro de Venezuela en sus ojos; nos espera una victoria histórica».

El viernes, el gobierno de Donald Trump agregó a Diosdado Cabello, un aliado clave de Maduro, a una creciente lista de altos funcionarios sancionados financieramente. La administración estadounidense acusó al líder del partido socialista venezolano de narcotráfico y desvío de recursos.

El principal rival de Maduro, el candidato independiente Henri Falcón, ha enfrentado el doble desafío de competir contra el poderoso presidente y al mismo intentar convencer a los venezolanos de que desafíen el boicot a las elecciones al que convocó la principal coalición opositora.

Calificando a Maduro como el «candidato del hambre», Falcón ha hecho campaña con la promesa de dolarizar los salarios -pulverizados por una inflación del 14.000%- , aceptar ayuda humanitaria y buscar asistencia del Fondo Monetario Internacional, las cuales han sido rechazadas por Maduro por considerar que equivaldrían a rendirse al «imperio» estadounidense.

«íJuro que liberaré a Venezuela de la dictadura!», gritó Falcón ante sus seguidores al final de su campaña el jueves en ciudad natal de Barquisimeto. «Lo juro en el nombre de Dios».

En la contienda presidencial también está el evangelista Javier Bertucci, quien ha cortado parte del respaldo a Falcón al ofrecer sopa en sus actos de campaña.

Alrededor del 80% de los venezolanos creen que Maduro ha realizado un mal trabajo, y se espera que la participación en los comicios sea la más baja desde que Chávez fue electo en 1998, debido a que apenas un 34% ha dicho que está seguro de que irá a votar, de acuerdo con una reciente encuesta de la firma Datanalisis.

La elección ha generado críticas debido a que prohibieron a varios de los rivales más populares de Maduro a competir en los comicios, además de que otros fueron forzados a exiliarse. Estados Unidos, la Unión Europea y varios países latinoamericanos ya han dicho que no reconocerán los resultados.

Además, las tácticas de presión perfeccionadas en campañas anteriores se han incrementado, lo cual inclina la balanza aún más a favor de Maduro.

Casi 75% de la gente dijo que han recibido cajas con alimentos subsidiados por el gobierno en los últimos tres meses, de acuerdo con Datanalisis, y Maduro ha prometido a los 16,5 millones de personas con «carnets de la patria» que serán recompensados por sus votos.

Sólo para asegurarse, los llamados «puntos rojos» se establecerán afuera de los centros de votación para revisar las tarjetas de las personas, las cuales son necesarias para incorporarse a los problemas sociales.

«Esta no es una elección competitiva ni democrática, y los resultados pueden no reflejar la preferencia y decisión de los electores», dijo Luis Vicente León, presidente de Datanalisis.

Sin embargo, algunos cuestionan la decisión de no competir en una elección, aun y cuando es vista ampliamente como manipulada.

Un estudio del 2010 del instituto Brookings de Estados Unidos sobre 171 boicots electorales -de Afganistán a Zimbabue- encontró que esas maniobras casi nunca logran que las elecciones sean vistas como ilegítimas ante los ojos del mundo. En lugar de eso, el partido que boicotea suele salir debilitado y el triunfador fortalecido.

Javier Corrales, un experto en Venezuela del Colegio Amherst, dijo que la estrategia de la oposición podría ser tan desastrosa como el boicot de los comicios legislativos de 2005, los cuales llevaron al partido en el poder a quedarse con todos los escaños y aprobar legislaciones que quitaron los límites a la reelección presidencial, lo cual fortaleció aún más a Chávez.

«La ironía es que esta es la elección menos democrática de todas, aunque también es la mejor oportunidad que la oposición ha tenido», dijo Corrales. «Si Maduro gana por un amplio margen, lo verá como una luz verde para continuar radicalizando y avanzando hacia la destrucción total del sector privado».

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