Muchas de mis publicaciones sobre temas del idioma español son producto de consultas que me llegan por correo electrónico y por otras vías, lo cual evidencia el creciente interés por las cuestiones lingüísticas, aunque no es menos cierto que las redes sociales aún siguen plagadas de impropiedades que denuncian la incultura y el desconocimiento de sus responsables. Lo malo de todo ellos, es que muchas de las personas que pasan el tiempo escribiendo y opinando, no han sabido medir el alcance y la importancia de estas.
Abundan los textos minados de errores de diversa índole, con contenidos que a veces rayan en la estupidez, y solo por adivinación, sus textos podrán ser entendidos, dado que carecen de signos de puntuación, de tilde, amén de que es no es fácil saber si están preguntando o afirmando.
Lo peor de todo, es que sus autores son personas que por sus ocupaciones habituales y su formación académica deberían ser más cuidadosas a la hora de publicar sus inquietudes. Pero también hay publicaciones de gran utilidad, como las de Juan David Villa, las de Dalal El Laden y otras no menos interesantes. Juan David en un talentoso joven periodista y lingüista de la República de Colombia, y Dalal, una bella y culta dama de origen árabe, residenciada en el estado Nueva Esparta, Venezuela. Recomiendo la lectura de sus aportes.
Además de que son muestras de deseos de aprender, las consultas facilitan el trabajo de selección de temas, como el de hoy, que surgió de dos inquietudes de parte del abogado Pedro Chapón, quien, siempre lo he dicho, no es solo es jurisconsulto, sino un apasionado por el buen decir. De manera regular plantea interesantes asuntos lingüísticos, y comparte con quien esto escribe, curiosidades del idioma español. Brevemente le di respuesta a ambas de manera personal, y hoy las hago públicas, toda vez que la preocupación de Pedro es la misma de muchos redactores y de otras personas que emplean el lenguaje como herramienta básica de trabajo.
El presente histórico, según el Larousse de la Conjugación, “se usa para la narración de hechos pasados, cuando el contexto no deja lugar a dudas acerca del momento en que tuvo lugar la acción”.
Su empleo es lícito y permite traer al presente hechos lejanos en el tiempo. No es lo mismo decir, por ejemplo, que Alemania invade Polonia el 1 de septiembre de 1939, que si se dijera que Alemania invadió (con el verbo en pasado) Polonia el 1 de setiembre de 1939. No causa el mismo efecto utilizar el verbo en pasado, y por eso se emplea en presente, para darle fuerza y vivacidad al relato. He aquí la importancia de conocer y de manejar el presente histórico, aunque utilizar una u otra forma del tiempo verbal, es cuestión de gusto.
En cuanto a esa y esta, la cuestión es sumamente sencilla, pues hay una sutil diferencia que conviene saber en función de usarlas adecuadamente. Ambas formas ofician de pronombre y adjetivo demostrativo, y uso depende de la distancia entre el objeto y la persona que habla. Si se dice o se escribe “esta carta”, pudiera ser que se tenga a la mano o esté muy cerca; en cambio, si se habla de “esa carta”, sería fácil advertir que existe una marcada separación entre el hablante y el objeto. Igual criterio se aplica para “ese” y “este”, pues son los correspondientes masculinos. Usarlas indiferentemente, es un eterno padecimiento de diarismo venezolano y en el periodismo de opinión en todos los niveles, salvo contadas y honrosas excepciones.
Y como al principio aludí a las impropiedades que a diario copan la escena de las redes sociales, sería interesante y muy provechoso que cada director de medio, cada periodista, cada abogado o persona cuya ocupación habitual sea la redacción de textos, se persuadirá de la importancia de escribir con propiedad. De esa forma no habría tantos disparateros ni disparates. No se trata de pretender que se conviertan en eruditos en gramática y lingüística, sino aplicar los conocimientos básicos adquiridos en primaria y refrescados en secundaría.