El desconocimiento de las funciones que cada palabra cumple dentro de la oración, lo he dicho en muchas ocasiones, es una fuente inagotable de dudas y de despropósitos. Ello ocurre porque en la primaria y en la secundaría, por lo menos en mi época de estudiante, la forma de abordar el análisis gramatical hacía que el alumno se lo aprendiese al caletre, lo cual, por supuesto, tenía la desventaja de que al cabo de poco tiempo se olvidaba.
Y no es para menos, pues la gramática es un asunto un tanto complicado, sobre todo cuando quienes enseñan no tienen la pedagogía y el conocimiento necesarios. Aunque siempre obtuve regulares y buenas calificaciones en Castellano y Literatura, me iba mejor en inglés. Fue luego del bachillerato cuando logré un manejo relativo del asunto gramatical y lingüístico, siempre bajo la orientación del profesor Reinaldo Martínez (+), quien guió mis pininos en esto de escribir para la prensa. “El Viejo Martínez”, como le decían cariñosamente, no fue mi profesor en aula, pues a mi llegada a la Escuela Técnica Industrial Acarigua para estudiar secundaria, él era el bibliotecario.
Sin embargo, fue mi maestro fuera del salón de clases, y se esmeró por inculcarme parte de sus conocimientos, los cuales me permitieron convertirme en articulista desde los años ochenta, convencido de la responsabilidad ante el público lector, y persuadido de la obligación de procurar la preservación de la unidad lingüística del idioma español.
En virtud de que el tema gramatical es un tanto enrevesado, hoy les hablaré solo de una parte de la oración, como lo es el artículo, habida cuenta de las dudas y despropósitos relacionados con su uso, sobre todo cuando acompaña al nombre. Antes de entrar en materia, y ya que he mencionado la palabra, no quiero dejar pasar inadvertida la ocasión para señalar que la expresión “primeros pininos” es redundante, dado que pininos son los primeros pasos de un ser humano. Generalmente, se usa en sentido figurado para indicar el comienzo de alguien en cualquier actividad u oficio.
El artículo es por definición, “la parte de la oración que se coloca delante del nombre o sustantivo para señalar su género, su número e indicar si es nombre conocido o no”, como por ejemplo: “El vehículo, un vehículo; la casa, una casa”.
Está dividido en dos: determinado e indeterminado. El determinado es el que se coloca delante de un nombre o sustantivo que es conocido. Sus formas son el, la, lo, los, las: “El compañero (masculino singular), la iglesia (femenino singular), lo ideal (neutro singular), los vehículos (masculino plural), las calles (femenino plural). El artículo indeterminado es el que aparece delante de un sustantivo que no es conocido: un, uno, unos, unas. Ejemplos. “En casa tengo un escritorio (masculino singular)”; “Al salir de casa me encontré con una vecina (femenino singular)”; “Vimos llegar unos ciclistas (masculino plural)”; “Las participantes eran unas niñas (femenino plural)”.
Hasta lo anterior, estimo que no debe haber problemas para identificar las diferentes formas del artículo. Lo que sí puede causar dudas e inducir a equívocos es el artículo contracto, que surge de la unión del artículo “el” con la preposiciones “a” y “de”, que se transforman en “al” y “del”. Por tanto, es incorrecto decir: “Voy a el colegio”; “Salió de el liceo en horas de la tarde”; “Voy a el gimnasio”.
Ahora, con relación al artículo determinado masculino “el” y el sustantivo al que acompaña, se presentan complicaciones, pues muchos locutores y redactores dudan si debe ser “de” o “del”. En el caso concreto de Venezuela, existen sendas agrupaciones famosas, del estado Lara y de Mérida; una es folclórica y la otra de música popular. Para referirse a ellas y nombrar su lugar de origen, se debe decir “Los Golperos de El Tocuyo” y “Los Originales de El Vigía”. ¿Por qué? Porque el artículo forma parte del nombre. De la misma clase son El Baúl, El Pao, El Playón, El Llanito, El Sombrero, El Cairo, El Manteco, El Salvador, etc. Se debe tener cuidado cuando el artículo no forma parte del nombre, como el Perú, el Ecuador, el Uruguay, etc., para no incurrir en impropiedad.