Es muy fácil condenar a otros con el simple argumento de tener dinero. Y es lo que hacen las filosofías populistas quienes en su discurso político promueven sociedades “más justas”. Así, entran en el campo del odio, de la envidia y eso es peor. Tener dinero sirve para paliar muchas situaciones difíciles que se puedan afrontar, siempre que se haga con trabajo honesto y sacrificio visible.
Salir adelante con una tragedia repentina. Lidiar con una enfermedad seria. Para una buena educación a los hijos y proveerse de cierto confort. Y hasta ayudar a otros que necesitan. Las cosas no son como las ideologías extremas las presentan con el objeto de sacar adelante posiciones personales y hacerse del poder político en elecciones libres o amañadas para beneficiarse a sí mismos y a sus más allegados.
Entonces, tener dinero no es malo. Lo que sí es malo es el amor al dinero. “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”, 1Tim.3:10. Pero, no solo los ricos y los pudientes están propensos a ser avasallados por ese terrible pecado, sino los pobres también. Aquellos que no tienen nada y lo buscan con afán y sin temor.
Cuando asumen puestos de poder político se les desata la voracidad, la avaricia y la codicia que subyace en su sub-cociente y pasan a ser peores que aquellos quienes criticaban. Este terrible pecado nubla su entendimiento y no pueden darse cuenta del mal que están causando a otros. Este domingo, se celebran nuevas elecciones en nuestro país.
Supuestamente es una expresión más, de otro “gran proceso democrático”, pero todos sabemos las irregularidades que en el fondo se encuentran. Pese a que cumple con normas y estatutos jurídicos conocidos, deja mucho que desear. Para aquellos que no nos interesa la política, sino la limpidez y claridad del proceso estamos un poco preocupados, por cuanto Dios, que todo lo sabe y todo lo ve está enterado de la injusticia que se puedan estar llevando a cabo.
El simple observador se da cuenta que el anhelo de los políticos seguir gobernando hace que pasen por encima de la constitucionalidad y las normas democráticas elementales, precisamente usando la misma constitucionalidad, pero manipulada. Se deja ver que es el mismo afán por tener poder para tener dinero lo que priva. Y Dios lo ve. Y advierte “Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”, 1Tim.3:9. ¿Cómo les parece?
¿Cuantos ejemplos hemos visto en nuestro andar por este mundo, de personajes conocidos, que más temprano que tarde sus vidas son ejemplo de caídas estrepitosas después de haberse sentido invencibles, por dominar a través del poder político y del dinero? Y con seguridad sucederá en un futuro no muy lejano también. Dios llama “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”, vers.11. “Pablo destaca que en esta vida la ruina de las más elevadas cualidades del alma es el resultado de ir en pos de las riquezas. Los tiernos vínculos que unen a padres e hijos con frecuencia se sacrifican en el altar de las posesiones materiales. La alegre atmósfera de un hogar feliz frecuentemente se marchita ante la insaciable búsqueda de riquezas.” Diccionario Bíblico Adventista. ¡Hasta la próxima semana por la WEB Dios mediante!
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