#OPINIÓN Desnudando el voto

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En esta oportunidad quiero hablar como ciudadano, no como dirigente político, para dejar claramente establecido que nunca he sido ni seré un abstencionista electoral pasivo, por el contrario, desde 1978, proceso electoral en que voté por vez primera, nunca he dejado de hacerlo, ni siquiera hice mutis en las parlamentarias del 2005 por no estar convencido, en aquella oportunidad, de cuan efectiva sería la abstención, cuyos resultados son harto conocidos actualmente.

En el año 2005, que yo recuerde, ningún Estado Nacional u organización internacional se manifestó en contra de las elecciones, caso contrario a la realidad actual, donde la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, el Grupo de Lima, la OEA y la ONU han manifestado su desconocimiento a la convocatoria y a la realización de la parodia en sí. También en el ámbito interno han expresado su rechazo: la Conferencia Episcopal, las universidades, las academias, los colegios profesionales, el sector empresarial, el sector sindical, los partidos políticos más representativos y diversas organizaciones de la sociedad civil ¿Puede estar equivocada tanta gente?

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Soy un militante activo y defensor de la institución del voto por estar convencido de que, en democracia los cambios se deben lograr a través del sufragio, proceso este que debe producir como resultado la elección de los cargos de escogencia popular. Aquí radica buena parte del meollo de este asunto, hace tiempo que este régimen dejó de ser una democracia y además, como consecuencia del control que sobre el organismo electoral ejerce, el ciudadano vota pero no elige. Otra de las delicadas causales de todo este entramado perverso es el funcionamiento de una constituyente espuria que puede cambiar las reglas, cuando y cuanto quiera, sin rubor alguno.

Uno de los deberes que se suelen asociar con el rol de ciudadano es: El deber de votar. Pero ¿qué se quiere decir cuando se afirma que los ciudadanos tienen un deber político, o incluso moral, de votar? ¿Cuál sería la justificación y el alcance de este deber? ¿Se trata de un deber absoluto o, por el contrario, se pudiera pensar que el abstenerse está justificado en algunas ocasiones? En mi caso, me niego a convalidar con mi presencia, una pantomima que solo servirá para intentar legitimar a un régimen hambreador del pueblo. Utilizo el término “intentar” porque será imposible que las opciones participantes en la charada del 20M, le otorguen al régimen la legitimidad que, tanto la comunidad nacional como la internacional le niegan.

Como es sabido, una de las justificaciones más frecuentes de la democracia es la que considera que ésta es la única forma de gobierno en que es posible que las leyes y el uso de la coacción sean consentidos por aquellos a quienes se aplican. Ahora bien, el consentimiento no solo puede venir dado por la elección manifestada en el voto, ya que, de ser así, quienes votan por la opción que obtiene menos votos o los que se abstienen, no habrían manifestado su consentimiento respecto al gobierno que resulte electo. Por eso, algunos acotan que el consentimiento consistiría en el mero acto de votar, con independencia de cuál sea el contenido del voto. Por tanto, si se sostiene que el consentimiento a través del voto es lo que sirve de justificación a la democracia, también se puede afirmar que el consentimiento se encuentra implícito en la decisión de no participar en un evento electoral.

Otra forma de poner en cuestión el deber de votar sería aludir a la variedad de formas de participación política que pueden darse. Quienes defienden la opción pro-voto a ultranza, parten del supuesto, según el cual, la votación sería la única forma de participación política democrática, en otras palabras, sostienen que, solo a través del voto se pueden manifestar legítimamente las preferencias políticas de los ciudadanos. No obstante, la no participación electoral no siempre es síntoma de apatía política. Algunos ciudadanos se abstienen, circunstancialmente, de votar porque: no le convencen las opciones propuestas; el sistema no le permite votar nulo o porque prefieren utilizar otros canales de participación ciudadana en los asuntos públicos.

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