La probable ausencia del padre de Meghan Markle en la boda de su hija con Enrique de Inglaterra transformó lo que se perfilaba como una jornada feliz en una crisis familiar que vuelve a poner sobre la mesa el papel de la prensa amarilla.
El palacio de Kensington anunció el lunes por la noche que Meghan Markle estaba atravesando «un momento profundamente personal», sin llegar a confirmar la ausencia del padre, anunciada por la prensa poco antes.
De confirmarse, Thomas Markle renunciaría a asistir a la boda en el castillo de Windsor y a llevar a su hija hasta el altar, lo que abre ahora el interrogante de quién lo haría, en una ceremonia que se verá en televisión por medio mundo y que llenará las calles de esta ciudad inglesa.
Según el portal de información sobre famosos TMZ, Thomas Markle alegó que tuvo un infarto y que además no quería avergonzar a su hija ni a la familia real, tras haber aceptado ser fotografiado en situaciones bastante anodinas: mirando fotos de su hija y Enrique -al que no ha conocido personalmente-, leyendo un libro sobre el Reino Unido o tomándose las medidas para el traje.
Los turistas estadounidenses que visitaban este martes Windsor y su castillo se mostraron comprensivos con el padre de la novia.
«El padre de Meghan está aterrorizado, ¿quién no lo estaría?», dijo Carol Ferguson, una californiana de 63 años.
«No me parece tan terrible», dijo sobre las fotos Karen Yaney, de 64 años, procedente de Chicago.
Al tiempo que se hablaba de líos familiares, un sondeo de YouGov, encargado por la organización antimonárquica Republic, reveló que el 66% de los británicos no está interesado en la boda entre el hijo de 33 años de la fallecida Diana de Gales, sexto en la línea de sucesión al trono, y la actriz estadounidense, de 36.
Física y anímicamente golpeado
El padre no ha tenido noticias de su hija desde que se dijo que no iría a la boda, explicó TMZ este martes. Thomas Markle anunció al medio estadounidense que iba a volver a ingresar en un hospital por dolores en el pecho, y que se sentía física y anímicamente golpeado por este culebrón.
Markle, de 73 años, estimaba además que la madre de Meghan, su exesposa Dora Ragland, era una buena opción para conducirla hasta el altar.
No hay muchas más opciones, porque ninguno de sus tres tíos, entre los que hay un antiguo diplomático estadounidense y un obispo, han sido invitados a la boda. Tampoco su hermanastro, que llegó a aconsejar públicamente a Enrique que no se case con Meghan.
El príncipe, sexto en la línea de sucesión al trono, no ha conocido personalmente a su suegro, y le pidió la mano de su hija por teléfono.
Thomas Markle es un director de iluminación televisivo retirado -ganó un Emmy en 2011 por su trabajo en la serie «General Hospital»- que vive en México, cerca de la frontera con Estados Unidos.
El palacio pide «respeto»
«Es un momento profundamente personal para la Sra. Markle en los días previos a su boda», afirmó el lunes por la noche un portavoz del palacio de Kensington, residencia oficial del príncipe Enrique, en un breve comunicado.
«Ella y el príncipe Enrique piden de nuevo comprensión y respeto a [Meghan] Markle en esta difícil situación», añadió.
Al ser preguntado, el palacio rechazó precisar el sentido de las declaraciones ni confirmar si el padre de Meghan Markle estará o no el sábado.
Las imágenes de Thomas Markle las tomó una agencia de Los Ángeles y se vendieron a medio mundo por 100.000 dólares (84.000 euros), según el tabloide Daily Mirror.
Según los familiares de Thomas Markle, citados por el diario, el hombre se siente «traicionado» e «idiota».
La hermanastra de Meghan por parte de padre, que no está invitada a la boda, asumió la culpa por este episodio. Samantha Grant explicó en Twitter -según The Times, porque su cuenta es de acceso restringido-, que la prensa había dado una mala imagen de su padre y le aconsejó dejarse tomar unas fotos para mejorarla.
El episodio llevó al palacio de Kensignton a advertir contra cualquier publicación de fotos robadas de Thomas Markle y a pedir que se respete su vida privada, en un episodio que vuelve a relacionar a Enrique de Inglaterra con los paparazzi tras la muerte de su madre en un accidente de auto en París cuando era perseguida por un grupo de fotógrafos.