Venezuela vive la catástrofe social más grave del planeta , un drama humanitario sin parangón en la historia del mundo occidental, no obstante la campaña presidencial con vista al simulacro oficialista del 20 de Mayo es la más insípida de las últimas décadas. Ese simple hecho evidencia que no existen actualmente en nuestro país condiciones mínimas para un proceso eleccionario según los parámetros democráticos, o caso peor, que los candidatos que compiten contra Nicolás Maduro no tienen el coraje de ser voceros del inmenso dolor que sufre el pueblo venezolano.
Este silencio abrumador de los candidatos frente a la colosal hecatombe que abate a nuestra nación evidencia, sin necesidad de otra prueba legal o técnica, que estamos frente a un vodevil electoral cuyos resultados todos sabemos de antemano y por ello no habrá ansiedad cuando aparezca por la pasarela de la muerte la doctora Lucena y sus colegas del CNE.
Pero esta certeza que compartimos quienes asumimos la no participación en este simulacro como una forma de repudio y desconocimiento a la espuria legalidad oficialista, no es convicción plena dentro de la oposición y mucho menos de aquellos votantes que manteniendo su fidelidad a la memoria de Hugo Chávez irán a votar en contra de la nefasta gestión de Nicolás Maduro Moros.
Así tenemos que hay rabia y rechazo frente al proceso del 20 y quienes albergan estos sentimientos no votaran, pero también hay quienes movidos por la ilusión de un cambio o impulsados por el desespero de encontrar una salida a este infierno, asistirán a los centros electorales a votar contra Maduro.
Dos cosas muy claras tiene quien escribe, una que independientemente del número de electores Maduro saldrá con las tablas en la cabeza, otra que sin importar la paliza que se lleve el candidato del PSUV será proclamado como ganador. Una tercera cosa no tengo clara, que frente a esta monumental torcedura de la voluntad de los votantes haya quien reclame, mucho me temo que todos los candidatos reconocerán los resultados y culparan a la abstención de su derrota.
Todo este sainete en proceso tiene, como ya anotamos, un silencio cósmico adornado con unos adjetivos ligeros con la intención de cubrir las apariencias, pero de que alguien haya acusado directamente a Nicolás Maduro de las muertes por hambre, falta de medicinas, caos en los servicios públicos, atropellos contra los derechos humanos y atropellos flagrantes de todo tipo contra la Constitucion,no lo hemos visto y si acaso lo han hecho, lo han encubierto de manera prodigiosa.
Pero estamos dentro de una campaña electoral, con todo y que concluya en un simulacro, y por ello este escenario político no le puede ser extraño a los partidos, más aun, como lo ha dicho Capriles Radonsky, la oposición democrática venezolana está obligada a elevar su voz en rol protagonico, con lo cual ha dejado interrogantes que en verdad dentro del Frente Amplio estamos obligados a despejar.
Este silencio de la democracia no augura nada bueno. La aparente tranquilidad de las aguas republicanas está concentrando fuerzas letales. Revisemos la Historia Venezolana y aprendamos de sus lecciones. Toca en estos momentos de silencio democrático retomar las banderas de la denuncia y pregonar nosotros las verdades que el pueblo necesita que se digan, vamos a emplazar a los candidatos a pronunciarse sobre la responsabilidad de los actuales gobernantes del apocalipsis que generó entre nosotros la aplicación del comunismo. Más aun, debiéramos estar presentes el día 20 en todos los centros electorales para documentar las irregularidades que con absoluta seguridad sabemos se cometerán. Este silencio es solamente un repliegue popular que de un momento a otro se convertirá en mar de leva arrasador, no dejemos que nos sorprenda, construyamos los canales y los diques democráticos para que las olas enfurecidas no destruyan las bases republicanas.