Nacimos ante Europa como Tierra de Gracia y por más de 500 años hemos sido un país que ha cobijado y protegido sueños propios y ajenos. Los nuestros siempre orientados a perfeccionar un sistema político que nos garantice igualdad y justicia, amén de soberanía espiritual y material. Los ajenos que también hemos hecho propios, centrados en la libertad para crear nidos estables y prósperos para la familia y proyectar un futuro de oportunidades de trabajo y generación de riquezas.
Acá han venido personas de todos los países y continentes y en suelo venezolano han desplegado sus alas hacia la conquista de sus sueños. Aquí se han hecho venezolanos de corazón anclado en la tierra gente como Alejo Hernández, quien desde la nada construyó un emporio agroalimentario que hoy es trinchera indispensable para la subsistencia de un pueblo victimizado por el hambre, venezolanos de espíritu como Pablo Herrero Ibarz y José Luis Armenteros Sánchez, quienes nos regalaron una canción convertida hoy en himno de resistencia ciudadana. Y como ellos, centenares, miles, corazones de entusiasmo, mentes de inteligencia productiva, brazos de músculos infatigables, mujeres y hombres de todos los países y de todas las razas que han hecho de Venezuela un patrimonio mundial de amplitud moral y solidaridad entrañable.
Desde hace más de 500 años hemos venido naciendo y renaciendo porque nos ha costado encontrar el barco donde quepamos todos y que nos lleve al puerto seguro de la estabilidad política y económica. Pero con todo y los vaivenes históricos que hemos sufrido hemos mantenido en alto la bandera de la hospitalidad, simplemente porque somos hijos de América, somos hijos de Europa somos hijos de África, somos hijos de Asia, somos hijos del mundo todo y sentimos que Venezuela es casa amplia y generosa de toda persona que tenga a la amistad como credo para la supervivencia.
En este nacer y renacer constante en la décadas del treinta al cincuenta del siglo 20 salimos de la oscuridad de los personalismos autócratas para edificar una Democracia plural en la cual tuvimos como auxiliares de parto a miles y miles de emigrantes europeos que en diáspora dolorosa luego de la segunda guerra mundial se hicieron parte indisoluble de nosotros.
Hoy estamos nuevamente en el doloroso y traumático proceso de nacer y para hacerlo con éxito necesitamos el auxilio de todos los amigos del mundo que quieren a este país por sentirlo como una gran casa donde siempre serán bien recibido.
En El Tocuyo se vive lo peor y lo mejor de la crisis que se cierne sobre todo el país. Lo peor es el olvido, el hambre, la inseguridad y la carencia grave de servicios públicos, incluido con patetismo singular la prestación de salud. Lo mejor es el espíritu de lucha y solidaridad que ha emergido de sus hijos para enfrentar la calamidad del desamparo. Y precisamente desde allí, desde esa ciudad que fue Capital de Venezuela y epicentro económico que irradió cultura y progreso durante siglos, hoy se levanta un espíritu de lucha y rescate de Venezuela con la Fundación Hijos de Moran. La cual ha recuperado el Hospital y puesto en marcha un sistema de salud que ha logrado incorporar a todas las capas sociales de esa comunidad.
Hoy la Fundación es conocida a nivel internacional y su causa es reconocida y apoyada moralmente por venezolanos y extranjeros que aman a Venezuela y apuestan por su reinserción a la normalidad democrática. Dios y Diego te den fuerza amiga Beatriz, que esta obra se mantenga y crezca.