“Yo soy la vid y ustedes las ramas…Al sarmiento que no da fruto en Mí, El lo arranca,y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.” (Jn. 15, 1-8).
Con sólo leer esto que nos dice Jesús, está claro que hay que evitar que nos corten y nos quemen en el fuego, como a las ramas secas.
Y la condición para no ser arrancados de la vid es dar fruto. Entonces … ¿cómo dar buen fruto? Jesús nos lo explica muy claramente: “quien permanece en Mí y Yo en él, ése da fruto abundante, porque sin Mí nada pueden hacer”. Significa que debemos estar unidos al Señor, como la rama al tallo de la vid, porque rama que está separada del tallo se seca y terminan por quemarla.
Y ¿qué es estar separado del tallo? Es pretender marchar de nuestra propia cuenta por esta vida terrena. Y creámoslo o no, querámoslo o no, esta vida que ahora tenemos nos lleva irremisiblemente a la vida en la eternidad. Y la eternidad será de Vida y de gloria o será de muerte y de condenación.
Palabras fuertes, pero reales, indicativas de qué espera a quienes se separan de la rama. Indicativas de una de las opciones que tenemos para la eternidad: el Infierno.
¿Cómo, entonces, estar unidos a Jesucristo? San Juan nos explica esto en una de sus cartas: “”Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos que El permanece en nosotros” (Jn. 3, 18-24).
Cumplir los mandamientos es hacer en todo la Voluntad de Dios. En esto consiste la unión entre Dios y nosotros: en que hacemos lo que El desea y no lo que nosotros deseamos. Y no podemos olvidar que lo que El desea para nosotros es nuestro máximo bien. Pero, más aún, aunque queramos ser ramas “independientes”, no podemos, porque rama que no esté unida al tronco, no tiene futuro.
Nos dice Jesús también, que Dios nuestro Padre “es el viñador”, es decir, el que cuida esa vid. Ya sabemos que “la rama que no da fruto El la arranca”y no tiene buen fin.
¿Y qué hace con la que sí da fruto?A ésa“la poda para que dé más fruto”. ¿Qué significará esa “poda”? Jesús lo explica: “Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho”. La poda se refiere a las purificaciones por las que debemos pasar los seres humanos para llegar a la Vida Eterna, porque nadie puede entrar a la gloria de Dios si no está totalmente purificado(cfr. Ap. 21, 27).
Es Dios nuestro Padre Quien hace la poda. Entonces, no hay que temer, pues sólo El sabe lo que verdaderamente conviene a cada una de sus ramas, que somos cada uno de nosotros. A veces nos cuesta ver la mano de Dios en esas “podas”, en esas purificaciones, y no nos damos cuenta que son gracias. ¡Sí! El sufrimiento, las adversidades, las purificaciones son gracias, gracias muy especiales.
Esos momentos de “poda” -aceptados en entrega a lo que Dios quiere hacer en nosotros- sirven para sacarnos fortalecidos, como se fortalece cada rama cuando es bien podada. Para ello debemos confiar en ese Viñador Divino, Dios nuestro Padre, que desea que demos más y mejor fruto.
De nuestro dolor, de nuestra adversidad –bien aceptada- saldrá fruto abundante. Y, como nos dice Jesús en esta parábola, con ese fruto daremos gloria a Dios y tendremos la Vida Eterna, porque “la gloria del Padre consiste en que den mucho fruto”. Que así sea.