Dice que no puede ser verdad que ya ni siquiera se puede comparar la política al juego de ajedrez, en donde gana no sólo el que piensa y razona la estrategia sino todos los que lo juegan porque hacen un ejercicio del pensamiento, lo cual le ha conferido a lo largo de los siglos un lugar privilegiado en la historia de la enorme capacidad que poseemos para imaginar todos los escenarios posibles a partir de una jugada.
Que tampoco se puede comparar a escribir sobre el agua, porque aun cuando sus movimientos no son totalmente previsibles, al menos son diferentes. Que no es lo mismo el de los océanos, los mares, los grandes lagos, con el de los ríos, cuyo cauce determina incluso cuando se desborda, la trayectoria de las aguas, cuyos saltos entre las piedras o en lecho apacible, permite a los ojos y aparatos especializados, advertir cambios aunque sean ligeros.
Que al parecer es un fenómeno que será estudiado en todo el mundo y en idiomas diferentes, porque nunca un país tan rico había sido tan pobre porque quienes vendieron la idea de la justicia para todos, idearon una Constitución que recogió las peticiones de las mayorías, con la idea de violarla de manera sistemática y eficiente, como si requiriesen desde lo más íntimo, practicar la venganza y castigar a quienes creyeron que la justicia era posible.
Dice también que al parecer pensaron que el petróleo era excremento del diablo y por eso decidieron acabar con la industria petrolera y entregársela a los rusos. Que comprendieron desde el comienzo, la fuerza transformadora de la educación y desarticularon la capacidad de comprender la complejidad del mundo, vista a través de las diversas disciplinas científicas y humanísticas, eliminando el método científico y la humanidad que ha de privar en todo acontecimiento social, llámese privado o público. Que crearon un lenguaje paralelo en donde las palabras perdieron su sentido universal y adquirieron su contrario: amor en odio; paz en guerra; libertad en prisión del alma y el cuerpo; salud en carencia y enfermedad; gobierno en opresión; inclusión en exclusión, abundancia en carencia y pueblo en minorías.
Que como consecuencia de los dobles sentidos, ahora las instituciones ilegítimas están dentro del país y las legales fuera, haciendo lo que correspondió hacer a sus pares de Ecuador y Brasil, cuando los malos olores de “Dinamarca-Odebrecht”, llegaron hasta sus ciudadanos. Y como en los últimos tiempos, los discursos sólo son amenazas y lo que se ve oculta las verdaderas razones de lo que se dice, muchos piensan que en mayo, las elecciones —de darse— servirán para votar y no para elegir y que aunque se insista en lo contrario, en cuestión de días, los dos candidatos, que a veces parecieran ser uno solo y el de la oposición, posible escalera para bajarse o pasillo para transitar el trance o legitimación, dejarán de ser candidatos pues dado el alcance del mal olor, no habrán elecciones, pues entre gallos y madrugadas, los cogollos de siempre y los de ahora, intentan manejar las cosas a la manera de los magos, haciendo desaparecer conejos en su sombrero, aunque en esta ocasión, el conejo tiene tamaño de elefante.
Dice que no puede ser que se ofrezca bajar la inflación como si ésta fuera la causa, ocultando que ha sido y sigue siendo la enorme y descarada corrupción, la causa de nuestras desgracias. De la enorme emigración de nuestra gente, la vulneración y pérdida de nuestros derechos humanos a la vida, alimentación, educación, salud, justicia y un largo etcétera, encarnado en gestores y comerciantes pillos, gente comiendo basura,ancianos y enfermos crónicos a la espera de la muerte, bebés muriendo al nacer o por inanición, niños y maestros participando en el simulacro educativo, hospitales desiertos y las transnacionales extranjeras adueñándose del suelo y el subsuelo. Dice que ya no podemos más y que aunque el hambre aprieta y la implosión esté cerca, las ganas de vomitar ante el cinismo e impudicia, se imponen.