#OPINIÓN Encantamientos

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Un contraste interesante y sugestivo es el que en el Quijote se nos presenta entre Dulcinea y los encantadores. Dulcinea sólo es a lo largo de todo el texto porque se le nombra; por el contrario, los encantadores no sólo se los menciona sino que tienen vida activa en todo el Quijote. Sabemos de Dulcinea porque siempre hay ocasión para nombrar, en ausencia, a la platónica novia del Quijote.

Conocemos, por ello, de su nombre: Aldonza Lorenzo, a la cual don Quijote, en su afán por distinguirla la llama Dulcinea del Toboso. Al rocín que había sido, pero que después había dejado de ser, le asigna el nombre de Rocinante; y para él, el bueno de Alonso Quijano, no es otro que don Quijote de la Mancha.

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Los encantadores son, en toda la obra, el motivo que se fija en el desarrollo. Tomando un término de las dramas wagnerianos, es como un leitmotiv.

La mente del Quijote está llena de quiméricas imágenes y entre ellas cuenta la imágenes de los encantadores. De la lectura del “Ingenioso Hidalgo,” se deduce que las imágenes de la realidad no tienen admisión en el “celebro” del manchego, porque permanece ocupado con las imágenes y los procederes de las novelas de caballería como el Amadís de Gaula.

De modo que lo que priva en sus decisiones es esa realidad que se ha forjado con la lectura de las novelas de caballería. Cuando se dirigen a el Toboso con el fin de conocer a Dulcinea, esta es una respuesta del Quijote a Sancho “Ven acá, hereje: ¿No te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que solo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta?

Sancho sale en la búsqueda de la casa de Dulcinea en el Toboso, y de regreso, a las palabras del Quijote, -buenas nuevas traes. Sancho responde: -Tan buenas –respondió Sancho-, que no tiene más que hacer vuesa merced sino picar a Rocinante y salir a lo raso a ver a la señora Dulcinea del Toboso. Tres aldeanas corren por el prado sobre tres asnos. Sancho le dice que una de ellas es Dulcinea. El Quijote no ve en ninguna la imagen de Dulcinea. –Sancho, ¿qué te parece cuán mal quisto soy de encantadores? Y mira hasta donde se extiende su malicia y la ojeriza que me tienen… -Sancho, gritó- ¡Oh encantadores aciagos y mal intencionados, y quién os viera a todos ensartados por las agallas, como sardinas en lercha”.

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