La deserción de estudiantes universitarios se dispara. Recientemente el Secretario de la UCV Amalio Belmonte, dio a conocer un estudio presentado ante el Consejo Universitario sobre los alumnos de esa casa que se inscriben y sin haberse graduado, no renuevan su matrícula en el siguiente período. El promedio de bajas era 5 %, subió en 2016, pero en 2017 la cifra llegó al 29.1 % de los estudiantes inscritos. El mayor porcentaje de estudiantes que abandonan salen de Farmacia, Ciencias económicas y sociales, Agronomía, Ciencias jurídicas y políticas, Humanidades e Ingeniería.
Los jóvenes dejan sus estudios por causas socio económicas. Sus familias no pueden mantenerlos, deben trabajar para ayudarlas o se van a buscar fuera del país las oportunidades que aquí sienten que se les niegan. En la radio escuché al Profesor Belmonte comentar que la proporción tiende a ser mayor en otras universidades nacionales. Agréguese a esto el despoblamiento de los postgrados, la deserción de profesores que no aguantan las precarias condiciones en las cuales trabajan y la penuria de nuestras universidades en cuanto a equipos, bibliotecas y cuanto hace falta para desarrollar su crucial labor. Un tema tan importante es imposible de ignorar.
Ha habido, se sabe, una estrategia de estrangulamiento deliberado a la universidad, pero también se desarrolla desde el poder la imposición de un modelo destructivo del esfuerzo y el afán de superación, claves para que las personas, las familias y el país progresen.
Cuatro años de recesión e inflación que ya ha entrado en la hiperinflación “generan desincentivos al trabajo distorsionando la función y primacía del empleo formal como fuente de trabajo decente y productivo”, según el análisis del profesor Marotta para ENCOVI 2016 que antes hemos comentado. Nos empobrecemos. La productividad laboral viene en caída libre. Suben quienes trabajan horas excesivas y sin embargo no consiguen superar los dos salarios mínimos que calculados con el decreto de comienzos de marzo –segundo incremento de este año en un trimestre- con todo y bono, sigue siendo la treceava parte del costo de la canasta básica familiar.
Lo que los venezolanos necesitamos son oportunidades para progresar. Que estudiar y trabajar duro valgan la pena. Este no es país de brutos o flojos. Para cambiar el modelo empobrecedor y embrutecedor hay que cambiar el gobierno. Para eso queremos elecciones de verdad, no farsas. Elecciones legítimas, libres, justas.