Los regímenes totalitarios son amnésicos ante los anhelos de sus pueblos. Son recuerdos inconexos de experiencias crueles en otras latitudes. Solo pueden exhibir una amplia colección de errores, tan profundos que solo tienen en sus arcaicas neuronas la estrategia de someter. Construyen muros espirituales que dividen sus naciones entre ángeles y demonios. La nuestra en una administración depravada, con órganos del estado podridos hasta los huesos de su indecencia. Nuestra desgracia es producto de un modelo fracasado que genera profunda miseria. La ingenuidad ciudadana se prendó de la ilusión.
Un encantador de serpientes hizo que millones cayeran redonditos en la trampa. La seducción de un mensaje manipulador nos llevó al despeñadero. Y aunque parezca paradójico, estos experimentos totalitarios descansan su longevidad: precisamente sobre el vil asesinato de la prosperidad. Mientras mayor sea la pobreza, mayor será su probabilidad de permanecer durante mucho tiempo. Haber hundido a Venezuela, que su pueblo coma de la basura, no tenga medicina, ni libertad es la receta criminal del totalitarismo nacional. Son la maldad que se pasea altiva por los huesos relucientes que deja el hambre. País arruinado, nación secuestrada por un grupo de delincuentes.
Su gran estrategia es sembrar la desesperanza. Buscan que el fraude pútrido de su pensamiento, germine en el surco de la desmemoria. Una nación amputada en su historia es ideal para fecundar al monstruo. Que nuestros valores de acendrado amor nacional, guarden silencio en el ostracismo de las telarañas, es el cooperante más idóneo que pueda tener una administración con ansias de perpetuidad. Desde la falta de principios el arrase de lo establecido se hace mucho más cómodo. Después de un tiempo podemos determinar que la democracia venezolana es un cadáver en el ataúd de dolor. Es una pesadilla recurrente que se jacta de marcar una huella profunda en la psiquis del venezolano. La revolución logró que muchos olvidaran su pasado.
La idea es hacernos creen que estamos condenados a permanecer en su infierno, que llegaron para quedarse hasta que baje fuego del cielo, la industria del miedo sigue produciendo idioteces que compran ambos bandos. Sin lugar a dudas el gobierno existe debido al cómplice que ovula en la otra orilla. Memoria difusa del país secuestrado. Se han venido perdiendo gruesas páginas de nuestra heroicidad. Hemos descendido hasta niveles de putrefacción incomparables, somos la vergüenza del planeta. Hace algunas décadas dictábamos cátedra de moral democrática, ahora el totalitarismo gubernamental, hace que sus actuaciones gocen del repudio general mundial.
Ningún país decente puede acompañar las barbaridades que caracterizan al clan de rufianes instaurados en un supra poder absolutamente ilegal. Es tan dantesca nuestra caída; que quienes dictan las normas son personajes con un amplio prontuario de fechorías. Ciudadanos sin la debida idoneidad que funcionan como una secta que protege sus intereses, sin importarles arrasar con las instituciones que estoicamente resisten la dictadura. La inquisición busca liquidarnos.
Hacernos rehenes en nuestra propia tierra. Que seamos despojos humanos, convertidos en pantanal de huesos relucientes. Víctimas de un régimen inmoral que secuestró a la democracia…