Leonardo Padura, pareciera haber nacido escribiendo, dada su abundante producción ensayística, periodística y literaria, que incluye dos grandes novelas: “El hombre que amaba los perros” y “Herejes”; cuentos, guiones de cine y la creación de un personaje policía: Mario Conde, especie de alter ego fracasado del escritor, con parecidos generacionales —incorporados a la revolución siendo estudiantes universitarios— son hoy demasiado viejos para reciclarse en la Cuba presente y futura, pero “demasiado jóvenes como para morirnos”. Ambos, el escritor y su personaje de policía, siguen destinos diferentes en el territorio de las letras. Padura, ha sido merecedor de varios premios importantes en el mundo, mientras que Mario Conde, escribe a ratos lo que podría ser su gran novela.
Pertenecen a la generación cuya mayoría no emigró y sufrió el efecto de la caída de la URSS, p.ej, ejercer dobles oficios: la medicina como pasión y ser taxista para sostener sus familias, lo cual incluye padres muy ancianos que no pueden valerse por sí mismos.
Mucho se ha escrito sobre la debacle económica y moral de Cuba y poco sobre los parecidos entre la isla y quienes vivimos en este inmenso territorio, como si también lo fuera.
A pesar de la doble moral exhibida por los intelectuales que allá y aquí, apoyan un régimen que les da un trato especial que incluye viajes, premios, edición y difusión de sus libros y que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba así como la Casa de las Américas, sería repicada con como El Perro y la Rana, Monte Ávila y las Redes de Escritores.
Para Padura, vivir y escribir en Cuba no ha sido fácil: “Si la década del 60 fue de expansión, vitalidad, renovación y compromiso abierto del arte cubano con el proceso revolucionario, los 70 fueron un período oscuro, represivo, de marginación cultural de incontables figuras, como Lezama Lima y Virgilio Piñera y hasta de una “novela policial revolucionaria”, cuya función no era estética sino ideológica.
En entrevista reciente muestra la Cuba de hoy, replicada en Venezuela: “En los años 90, a la vez que se entronizaba el desencanto, la gente empezó a desarrollar estrategias de supervivencia. Se impuso el todo vale. Resurgió la prostitución, aparecieron las drogas y llegó un momento en que el mercado negro se convirtió en el único mercado. La sociedad sufrió una tremenda pérdida de valores que eran ancestrales. Se extendieron la falta de respeto al derecho ajeno y la pillería como forma de vida. La palabra decente, antes tan importante, desapareció del vocabulario cubano.Robar es una forma de sobrevivir”.
“La transparencia del Tiempo”, se llama su nueva novela policial cuyo protagonista es Mario Conde, Retrata aspectos poco conocidos de su país y de la revolución, como las crueldades a las que el Gobierno sometió a los homosexuales como su personaje Bobby. El famoso “periodo especial” se reflejó en lo creativo, al producir “…la crisis de la industria de producción cultural, la ganancia de espacios expresivos por los creadores y el exilio masivo de artistas cubanos”. En otros términos: hubo cambios en la mentalidad de los escritores que tomarían temas prohibidos como la droga, la prostitución y corrupción moral, la desesperanza y el suicidio y que hoy obtienen galardones literarios fuera del país.
Sigue siendo publicada toda su obra pero en pequeñas ediciones en su país. Permanece viviendo en la isla aunque ahora viaja sin mayores problemas. Como novelista, tiene una ciudad, La Habana, que en muchos sentidos de la vida, le ha dado perspectivas también como persona. Sin ese contexto, piensa que le habría sido imposible desarrollar su trabajo narrativo. El autor de soberbias novelas como “El hombre que amaba los perros” y el Hereje”, afirma a menudo que tiene que aferrarse a la realdad para poder escribir. Quizás ésta sea una buena perspectiva para quien viva encerrado en una isla, sea ésta rodeada por mar o por tierra. Como la nuestra.