#Opinión Gilberto Abril, historia y novela

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Desde el principio, la historia nace como la narración de algo que ha sucedido, de una realidad que ha sido. El oficio del cronista es contar el hecho para que no se olvide y para que el testimonio quede inscrito en el pasado. En consecuencia, sólo lo que se cuenta es lo que pervive en la memoria y esa materia es la que constituye lo que denominamos Historia. Este doble sentido de la palabra historia la dilucidaron los latinos, diferenciando dos conceptos: la historia res gestae, que es la realidad dada; y la historia rerumgestarum, que es el conocimiento acerca de esa realidad.

En ese proceso cognitivo, en el que se construye la verdad histórica, aparece la obra escrita por el historiador, labor intelectual que a partir del siglo XIX, con el positivismo, buscará alcanzar un estatuto científico a través del estudio y clasificación de las fuentes documentales con las que debe trabajar el investigador para generar el conocimiento o la comprensión histórica.

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Ajeno a estas disquisiciones, para el lector la mejor historia es la que está mejor contada o mejor escrita. Para la ciencia histórica, la mejor obra es la que está sólidamente fundamentada en testimonios comprobables y empíricos. Por eso, la obra histórica moderna se desliza entre la literatura y la historia. Historia novelada o novela histórica.

¿Qué las une?, ¿qué las separa? Hay muchos y extraordinarios ejemplos de quienes desde el campo de las letras han asumido el estudio del pasado tomando uno u otro camino. Si es verdad o es ficción, lo que en el fondo nos interesa saber es cómo llegó el escritor a conocer el acontecimiento que narra, cuánta ficción y cuánto de realidad hay en su relato y qué es lo nos quiere comunicar.

Gilberto Abril Rojas, escritor colombiano nos aporta dos obras literarias donde el historiador se confunde con el escritor y aparece en escena el relato, la narración histórica, bellamente urdida en la trama de un lenguaje accesible al lector del presente pero hundido en el espíritu de la época o de la cultura representada. De su prolífica producción literaria, dos novelas ambientadas en el siglo XVI nos parecen de gran interés para el lector de este género: La segunda sangre y Señor de toda la tierra.

La primera novela gira alrededor de la vida de don Diego de Torres y Moyachoque, quien nació en Tunja en 1549 y fue hijo del conquistador Juan de Torres, quien llegó a la sabana de Bogotá con el fundador Gonzalo Jiménez de Quesada, y de Magdalena Moyachoque, hermana mayor del cacique de Turmequé. El pequeño Diego estudió en Tunja en una escuela de los dominicos, bajo la tutela del fraile Diego de Águila y fue allí, donde conoció a Alonso de Silva, hijo natural del también conquistador y encomendero Francisco de Silva quien tuvo un hijo con Joana Sirita, hermana del cacique de Tibasosa. Estamos hablando del mestizaje étnico que nos caracteriza como pueblo y del prejuicio racial que nutre la lucha entre blancos y mestizos a lo largo de nuestra historia colonial.

El drama novelado es cuando mueren los progenitores y ambos descendientes solicitan a la Real Audiencia de Bogotá el reconocimiento de sus títulos como caciques de ambos pueblos. En el caso de Diego, el reconocimiento se hizo, pero Alonso de Silva no heredó el cacicazgo por ser menor de edad. Pues bien, en un ambiente de conflicto entre caciques, indígenas, frailes, autoridades españolas y encomenderos el escritor construye su drama, con un fondo de extraordinaria vigencia en el momento actual, como es la defensa de los Derechos Humanos. Esta obra, ganadora con el Gran Premio Internacional de la Novela Histórica, en 1995, ha sido calificada como una de las cien novelas colombianas del siglo XX.

Su otra novela galardonada con el Premio Literario de Investigación de la Cultura Bantú 2007, otorgado en Guinea Ecuatorial, es Señor de toda la tierra, donde el relato gira alrededor del arribo forzado a territorio barquisimetano de la población negra africana que venía a laborar en las minas de oro de Buría. Allí, entre aquellos hombres, venía Miguel quien encabezó,en 1553, la primera rebelión de esclavos e indios en la Venezuela colonial.

El argumento de esta novela es la lucha por la libertad, derecho natural y universal al que aspiran todos los pueblos del mundo. En ambos libros está el historiador que investiga en las fuentes primarias, que analiza e interpreta el acontecimiento. Con este rico material en la mano aparece el escritor que con el juego maestro de la palabra y el recurso de la ficción le regala al lector un trozo de su propia historia. Por su trayectoria literaria, Gilberto Abril acaba de ingresar como Individuo Correspondiente a la Academia Colombiana de la Lengua. Honor a quien honor merece.

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