Afortunadamente esta fruta tropical proporciona beneficios al humano, pero jamás sustituirá las proteínas contenidas en las carnes rojas de res y en las blancas del pescado y pollo, y tampoco introduce carbohidrato al cuerpo.
Se ha vuelto el más buscado por los larenses y el resto de los venezolanos para remediar el hambre, tanto que lo llaman el “quita ruidos”, en alusión a que silencia los sonidos estomacales cuando acentúa el apetito. Deja una sensación de llenura.
Desaparece los mareos
Los desvanecimientos de las personas a causa de la poca ingesta de alimentos ricos en nutrientes a los que estaba acostumbrado años atrás, son rápidamente superados por los azúcares naturales: sacarosa, fructosa y glucosa que posee este fruto amarillo, así como su fibra. Las energías que contiene, le cambian el semblante a quienes lo consumen y les devuelven un espíritu activo, desapareciendo los inevitables mareos por la falta de comida.
Vitaminas presentes
Muchos no lo saben, pero al ingerir cambur los minerales y las vitaminas A y C pasan al cuerpo de manera natural, lo que conlleva al sostenimiento de una vida saludable.
La vitamina A es la clave para una buena visión, un sistema inmune fuerte y para el correcto funcionamiento celular, en tanto, la vitamina C ayuda al organismo en la absorción del hierro y el calcio.
Valor nutritivo
Pese a que no provienen de fuente cárnica, dentro del valor nutritivo del cambur se encuentran 280 gramos de calorías, 4 gramos de proteínas, 135 gramos de lípidos, 74 gramos de hidratos de carbono y 2 gramos de fibra, además de los minerales: calcio, fósforo, hierro y potasio.
Como arroz
Antes no se veían a la intemperie, ahora en casi todas las esquinas de Barquisimeto se exhiben a cielo abierto “manos” de cambures en tarantines, guacales y sobre el capó de vehículos. Los transeúntes limitados económicamente para comprar empanadas, pastelitos y jugos, recurren a esta alternativa y los adquieren mediante la compra en efectivo, cuyo costo por kilogramo ronda entre Bs. 10.000 y 20.000.
Se pierde la vergüenza
Con toda naturalidad, jóvenes muchachas y adultos, por igual, “pelan” la concha del cambur sin importarles que estén en plena calle y comen de la fruta. Atrás les quedó aquella vergüenza de llevarse alimentos a la boca en sitios públicos cuando se interpone el hambre y no hay cómo combatirla.
Triste realidad
Esa es la triste realidad de un país acostumbrado en casa a comer variado tres veces al día durante todo el año, porque le fue fácil y sin complicaciones abastecerse en el mercado de cuanto había rindiendo el sueldo mínimo que le alcanzaba para comer, recrearse, vestirse y hasta un viajecito de placer de vez en cuando con apoyo de sus ahorros personales.