Muchas veces tenemos la impresión de estar viviendo en paralelo con un país parecido físicamente al nuestro. Por un lado quienes nos gobiernan desde hace casi dos décadas se gastan un dineral intentando convencer a la gente de las bondades de sus políticas que, según ellos también, nos hacen sumamente felices. Aquí no falta absolutamente nada y si alguna duda queda nos invitan, o nos obligan, a ver los comerciales de la televisión pública y privada donde nos muestran las obras de un socialismo, desconocido por sus ingenuos televidentes. Estas cuñas. Como es de suponer, aparte de ser tóxicos le cuestan dineral al Estado, empeñado como está en gastarse el último centavo que les queda en las arcas públicas. En el mundo paralelo del régimen no hay ninguna razón para aceptar ayudas humanitarias de los países amigos si aquí tenemos de sobra medicinas para cualquier enfermedad porque los hospitales han respondido con eficiencia gracias a un sistema de salud ideado y puesto en marcha por el socialismo cubano, fuente obligada de conocimientos. Tampoco es verdad que los niños sufren de desnutrición como lo afirman los enemigos de siempre. Los chamos lucen saludables en las cuñas de la TV, con madres arropadas por los rojos rojitos que no tienen por qué preocuparse por su futuro porque la revolución las protege con programas y bonos desde el mismo momento de sus embarazos. También es común ver en la pantalla chica a los jerarcas rojos solazarse con anuncios de enormes ingresos de dinero gracias a las nuevas monedas con las cuales piensan colapsar la economía de los llamados países imperiales y derrotarlos en batallas donde milicianos disparan sus máuseres al cielo buscando darle a cualquier F8 atrevido. Todo eso se muestra a cada minuto en la pantallita, sin el menor asomo de vergüenza de sus autores.
II
El otro país, el verdadero, en el que vivimos la situación es diferente. Las medicinas brillan por su ausencia. Cuando se encuentran, hay que gastarse lo que se tiene y ver cómo conseguir lo que falta. El venezolano enfermo solo tiene una oportunidad para salvarse: rezar a su Dios, cualquiera que este sea, o en el que crea con más devoción. Se vale igualmente solicitarle a las vírgenes su intermediación, preferentemente, solicitamos esos favores a la Divina Pastora, cuya competencia ha sido suficientemente comprobada en el Estado Lara. En cuanto a los médicos, el gobierno evade con facilidad el tema. Sabe, pero no acepta la verdad: los doctores se están marchando del país verdadero en busca de nuevas oportunidades para el ejercicio de tan nombre profesión y los llamados integrales no gozan de la suficiente confianza de sus pobres pacientes. El salario mínimo no alcanza para sufragar los gastos de la casa por lo cual no hay defensa alguna contra los altos precios de productos de urgente necesidad en los hogares de los venezolanos. Además, la escasez hace estragos en la dieta de los más vulnerables, obligados como están en aceptar las falsas promesas de a quienes solo les importa el voto en los procesos electorales para pode r comer. Esos famélicos venezolanos no aparecen en las cuñas de televisión ni en las estadísticas de los 44 ministerios.
III
En el país verdadero, en el que vivimos, hay una enorme contradicción: las panaderías no venden pan , en los bancos no hay dinero, en las farmacias no existen los medicamentos más solicitados, en los hospitales no tienen instrumentos quirúrgicos y los médicos cada día son menos. En nuestras universidades los alumnos y los profesores parecen haberse puesto de acuerdo para emigrar, el servicio público, por su parte, se queja amargamente de los precios que hay que pagar por un neumático o un cambio de aceite, sin contar, por supuesto, de un repuesto que se pagan a precios prohibitivos. Otro de los problemas graves sufridos por la indefensa población es la inseguridad. Creo que ya no queda un venezolano que no haya sido Víctima de la acción desbordada del hampa. En la estadística no creemos que exista un país en el mundo que nos supere en muertos y heridos en este departamento
Venezuela, como decíamos antes, tiene dos rostros. Lamentablemente ninguno amistoso porque de un día para otro amanecimos gobernados por una ideología primitiva que no permite a los ciudadanos disfrutar de la libertad con la cual llega al nacer y a la que tiene derecho por Ley divina.