¿Cuántas personas han de seguir muriendo en nuestra ciudad, para que usted y yo, quien me lee y quien no, militantes, independientes, simpatizantes de cualquier posición política, funcionarios gubernamentales de cualquier jerarquía o rango y ciudadanos comunes de cualquier edad, comprendamos de una vez, que también podemos pasar a formar parte de las estadísticas mortales por falta de insumos y medicinas; tratamientos y cirugías?
¿Bastará con rezar y encomendarse a Dios y la Divina Pastora, como si dependiese de las alturas lo que nos corresponde hacer como venezolanos y creyentes, en cuanto a hacer valer nuestros derechos constitucionales esenciales, como lo son proteger la vida y las garantías del acceso a la alimentación y a la salud? Cuántos enfermos crónicos, agudos, recién nacidos, serán sorprendidos e igualados en su destino, con la visita prematura de la muerte? ¿Seguiremos creyendo que “a mí no me va a pasar lo mismo”, como si esta tuviera preferencias ideológicas o clasistas?
Según el último Boletín del Monitoreo del Derecho a la Salud en Venezuela” del pasado 22 de enero, realizado por Convite A.C. ,cuyos integrantes son investigadores, docentes y activistas del campo social, el desabastecimiento de medicinas —importadas y nacionales— para la hipertensión, diarrea, diabetes e infecciones respiratorias agudas, alcanza el 80% en las farmacias nacionales, locales e independientes. Barquisimeto acusa las fallas más severas del país: cerca del 90%.Cifra que habría sido considerada “buena” por parte de la OMS si se tratara de la cobertura de inmunización de la población protegida, que en nuestro país, ha decrecido notablemente, por falta de las vacunas y los retrovirales. ¿Desde cuándo no hemos visto ni oído el llamado a la Campaña de vacunación infantil que se hacía anualmente en todo el país? Cuantos niños no están protegidos con la Rotavirus, la BCG, la Pentavalente, Antipolio y Trivalente viral? Da miedo enterarse.
Si le añadimos que aunque se niegue, en algunos sectores gubernamentales se piensa aplicar en serio, el carnet de la Patria para asignarlas o recibirlas, la debacle inhumanitaria es mayor. Se informa de más de 3.500 pacientes renales en todo el país, sin recibir los tratamientos como la diálisis o las medicinas suprarrenales para conservar la vida. Por estos lares, también empezó la cuenta regresiva de los días de vida personal, cuenta que también se acaba de llevar un sacerdote. Codevida informa que en todo el país, hay 100 personas que pueden perder el órgano y en nuestros medios, los pacientes trasplantados denuncian la ausencia total de medicamentos desde hace cuatro meses, entre ellos cellcept, ciclosporina, myfortic, rapamune, imuran y prednisona. Entre tanto, 1600 personas esperan un riñón y 20 necesitan un hígado. El Parkinson, pone a temblar el cuerpo y el alma de quienes lo padecen sin poder aliviarlo…
La calle 23 enlaza la cuadra donde funcionan el Consejo Legislativo y la Gobernación. Dos cuadras más allá, bajando una en dirección este por la carrera 21, se anuncia en grandes letras, la Defensoría del Pueblo. Tres sitios frente a los cuales han manifestado inútilmente por cuanto no han recibido respuestas concretas, los enfermos crónicos de esta región. La mayoría son personas de edad, que a duras penas logran llegar o irse de tres instancias muy representativas tanto por lo que significa como por la ausencia de soluciones inmediatas. Algunos no han vuelto pues se han enfermado o muerto, como es el caso de una manifestante mayor cuyo cuerpo estaba completamente edematizado. Las organizaciones de defensa de los DDHH denuncian y alertan, mientras que La Vicaría apoya la defensa a la defensa de los derechos vulnerados.
Otros aúnan a su enfermedad y reclamo, las consecuencias del amedrentamiento y represión vivido hace poco por parte de funcionarios policiales cuya actitud bien vale intentar analizarla en otra ocasión. Quizás los tiempos que corren sean el epítome de los cambios producidos en un buen sector de los funcionarios venezolanos de cualquier tipo e instancia, cuyos valores de respeto a la vida y a los demás, no incluyen ni a los mayores ni a los enfermos, ni comprenden que el instinto de sobrevivencia es uno de los más importantes de la especie humana. Tanto, que nos hace creer que la vida bien vale la pena vivirla, así sea en medio de la enfermedad.
Las voces de Penélope – Vale la pena vivirla
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