Wilmer comenzó armando barquitos con billetes que encontraba tirados en la calle; ahora confecciona carteras en las que emplea hasta 800 piezas de la devaluada moneda venezolana, que juntas alcanzarían para comprar medio kilo de arroz.
Con tres hijos y otro en camino, Wilmer Rojas, un mulato de 25 años, incursiona en el arte callejero con bolívares de baja denominación que nadie quiere, pues la moneda se devaluó 86,6% frente al euro desde agosto.
«La gente los bota porque no sirven para comprar nada, ya nadie los acepta», dice a la AFP en las afueras de una estación del metro de Caracas donde vende cigarrillos y café, y pasa el día tejiendo billetes.
Con los de 2, 5, 10 y 20 bolívares «no compras ni un caramelo», comenta sobre las 400 piezas que usó para completar una cartera pequeña.
Las otras denominaciones, en vigencia desde hace un año, también se pulverizaron con la inflación que cerró 2017 en 2.600%, según el Parlamento, y treparía a 13.000% este año, de acuerdo a estimaciones del FMI.
Sumadas, las seis piezas del nuevo cono monetario representan unos 50 centavos de dólar en el mercado negro.
«Aquí hay como 50 bolos (50.000 bolívares) que sirven para una caja de cigarros si acaso», dice Wilmer sobre los billetes que usó para una corona de reinas.
Dinero de «juguete»
Los billetes son doblados como en origami y entrelazados con hilo y aguja. Wilmer aprendió la técnica de otro artesano.
«Se pueden hacer con papel de revista o periódico, pero con billetes es más fácil porque no valen nada y son del mismo tamaño, no hay que perder tiempo cortándolos», justifica Wilmer, que espera comenzar a vender sus bolsos en breve.
Necesita un ingreso extra, pues la venta de cigarros y café decayó por la escasez de efectivo. «A veces los clientes pasan saludándome y me dicen ‘no tengo real (dinero)».
Teme que la crisis frustre sus intenciones, pues, según dice, «aquí la gente si acaso tiene para comer y no van a pagar lo que cuesta la mano de obra».
Sin embargo, en el centro de Caracas otros artesanos venden los bolsos hasta en 300.000 bolívares -poco más de un tercio del ingreso mínimo- que alcanzan para adquirir un kilo de carne.
Incluso se los comercializa en la ciudad colombiana de Maicao (frontera norte), donde compiten con las tradicionales mochilas wayuu.
Que la moneda venezolana sea usada como «juguete» y no como medio de pago es la mejor expresión de la pérdida de su valor, afirma la economista Tamara Herrera.
«Venezuela devaluada»
Con 1.000 billetes de 2 bolívares que nadie le aceptaba, José León, diseñador de 26 años, inició en 2016 una «protesta» en Instagram que acompañó con billetes pintados y la etiqueta #venezueladevaluada.
Deadpool, el antihéroe de Marvel, inspiró su primer grabado en papel moneda. Le siguieron personajes de la Guerra de las Galaxias, paisajes y episodios de la crisis del país petrolero que pinta sobre los rostros de Simón Bolívar y otros próceres.
Sus clientes están en el exterior y le pagan hasta 20 dólares por una pieza. «Con un poco de corrector y marcadores puedo revalorizar mi moneda en casi 5.000%», cuenta a la AFP en su taller en San Cristóbal (frontera oeste con Colombia).
En una ocasión obtuvo 250 dólares por una viñeta que le encargaron y reproduce las combinaciones de color y forma del maestro venezolano Carlos Cruz-Diez, recuerda.
Para obtener la materia prima cruza al país vecino y cambia dólares por bolívares en efectivo. Por cada billete verde obtiene más de 200.000 bolívares.
El presidente Nicolás Maduro denuncia la existencia de mafias colombianas que especulan con el bolívar para enriquecerse, generando profundas distorsiones.
Mientras José encontró un próspero negocio con su «money art», Wilmer, que aún no se decide a vender sus accesorios, confecciona un disfraz de carnaval para su hija. «Estos fajos no sirven para comprar nada, al menos les doy un uso para no botarlos».