El agua ha sido un problema ancestral que arrastra cual creciente a nuestra ciudad. En tiempos previos a la colonización, estudiosos como Pedro Cunil Grau señalan que las comunidades primigenias vivían en armoniosa sincronía con los recursos naturales y el ambiente.
Cuando una familia crecía, sus nuevos integrantes se desplazaban a lugares aledaños dotados de recursos suficientes para su manutención: animales para la caza, tierras cultivables y agua, principalmente. También reconoce la construcción de pequeñas cárcavas que fungían de presas o lagunas.
Cuando la ciudad se instaló en la meseta, los lugareños utilizaban fuentes naturales que manaban, de la actual Concha Acústica y otros espacios del centro, llamada no por casualidad Pila Lara, para obtener agua para el consumo. También de lagunas que constituían reservorios naturales, como la laguna de La Mora, Patarata y La Alfarería. En épocas de cruentas sequías, bajaba hasta el río Turbio a proveerse del vital líquido y era común el mercadeo de ésta en las calles.
El primer acueducto para Barquisimeto fue decretado por el Libertador Simón Bolívar en visita que hizo a esta ciudad en 1821, a petición de un grupo de notables y se realizaron gestiones que no se concretaron.
A medida que la ciudad creció, muchas nacientes sufrieron el embate de la contaminación, al verter aguas residuales en ellas. De allí la especial protección que algunos gobernantes le prodigaron a prístinos espacios, reforestando las nacientes y dictando decretos especiales que las protegiesen. El propio río Turbio padecía ya en el siglo XIX semejantes males.
Hubo de esperar hasta 1890 cuando el Presidente de la República Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, decretó la construcción del acueducto. Los proyectos y planos los elaboró el ingeniero Luciano Urdaneta, según deja ver un plano de la época. Los trabajos de construcción se le encomendaron a una compañía de Puerto Cabello que los ejecutó al término de dos años a un costo de 594.000 bolívares.
Fue inaugurado el 19 de abril en medio de grandes festividades en el lugar conocido como Caja de Agua”, ubicado en la calle 49, justo donde la actual hidrológica del estado tiene su sede. De allí partió el primer acueducto y el sistema de distribución que recorría la Calle Comercio y llegaba hasta los alrededores de la actual plaza Altagracia uno, y otro ramal recorría la actual carrera 16.
El agua provenía del bosque de Titicare a orillas del Turbio, y el gobierno nacional adquirió de unos privados los terrenos boscosos de donde se surtía el acueducto. Una creciente del río destrozó la toma y fue abandonada.
Para 1925 resultaba insuficiente el agua que proveía el acueducto, y el 28 de febrero de 1928 el General Juan Vicente Gómez decretó otro acueducto que fue construido durante la administración de su primo y Presidente del Estado General Eustoquio Gómez en el mismo lugar de Caja de Agua, el cual supervisó personalmente e inauguró con gran pompa.
Instaló una nueva red y amplió la tubería existente. Sobre ellas cimentó calles y avenidas con una moderna maquinaria traída especialmente. Por insólito que pueda parecer, muchas de las tuberías gomeras aún forman parte de la red de distribución hídrica.
Posteriormente se perforarían pozos en el bosque Macuto que abastecen el centro y parte del este de la ciudad. Alrededor de estos se construyó la famosa piscina que habría de transformarse en una de las principales atracciones turísticas del siglo XX.
En 1968 comenzó la construcción de la represa Dos Cerritos llenada con agua proveniente del río Tocuyo, concebida por el ingeniero José María Ochoa Pile y puesta en servicio cinco años después. Esta represa abastece las ciudades de El Tocuyo, Quíbor y parte de Barquisimeto
En 1972 durante el primer gobierno del Presidente Rafael Caldera, comenzó la construcción de la represa de Yacambú, imaginada también por el ingeniero Ochoa Pile, dirigida a abastecer de agua el Valle de Quíbor y nuestra ciudad, pero la complejidad de la obra, sumado a la desidia, la corrupción y la ausencia de políticas públicas, la abandonaron.
A finales del siglo XX bolsones subterráneos ubicados al noreste, comenzaron a ser explotados a fin de paliar las crecientes necesidades de la población, generada por un descontrolado urbanismo, que tiende a unir a Barquisimeto con todas las poblaciones vecinas.
La falta de planificación podría ocasionar un colapso sanitario en la capital del estado Lara. Durante medio siglo la única presa construida luego de Dos Cerritos, la constituye una cárcava inmensurable de promesas manidas. No se requiere ser pesimista ante desolador panorama.
A la par de la construcción de Yacambú se pensó en construir otra en el vecino estado Portuguesa con agua represada del río Acarigua, al que se llamó Dos Bocas. El proyecto fue elaborado en 1982 y los estudios físicos, naturales, geológicos y geotérmicos fueron concluidos en el 2005. Esta presa estaría dirigida a paliar las necesidades de Acarigua-Araure, Cabudare y Barquisimeto, pero como toda obra pública pensada o en supuesta ejecución durante las últimas décadas se encuentra paralizada.
Una de las causas de esta carencia de agua, la constituye además que más del 60 % de la ciudad la conforman invasiones, aupadas desde un populismo implantado de hace medio siglo, que minó la estructura sobre la cual se extendió la ciudad.
Primero se construye, luego se exigen los servicios. No sólo privados han sido víctimas del despojo, también reservorios y parques nacionales continúan siendo diezmados por la impunidad y la permisividad de las autoridades.
Para no herir susceptibilidades, ni verter otro germen en la herida, se debería establecer un coto a los ya imponderables límites urbanos. Se habla con intermitencia de los pueblos originarios, pero su sabiduría expresada en la armonía entre población y entorno es echada a un lado.
La falta de un servicio eficiente de agua puede ser observada en las interminables filas de camiones cisterna que recorren la ciudad, buscando paliar las necesidades de urbanismos recién construidos que no cuentan con el vital líquido y en sectores donde la anarquía instaló otros.
Triste destino ante elementales carencias. Antes eran pimpineras que recorrían sectores de la ciudad vendiendo ánforas de barro repletas de agua, hoy suplantadas por envases y tanques de plástico. Cuentan que un rico comerciante de El Manteco, mañoso y taimado, desconfiaba del agua por tubería y hasta bien entrado el siglo XX, compraba a estas pimpineras.
Basta mirar a la cima de los cerros que rodean la ciudad, para contemplar las enormes moles de concreto pos tensado, en los cuales debería existir agua y solo reposa barro y polvo.
Sumemos el colapso de tuberías de suministro y la red cloacal, Barquisimeto enfrenta una situación de verdadera emergencia sanitaria y ambiental que no puede seguir siendo tomada de manera ligera, con nuevas promesas que buscan congraciar la preservación del ambiente con el populismo, verdaderamente antagónicos.