Dejaron fue el esqueleto…

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Antes del fraude revolucionario: Venezuela tenía potencial para estar entre las economías más vigorosas del planeta tierra. Dieciocho años de depredación bastaron para colocarnos en el renglón de aquellas en que su desbalance las ubica como las menos favorecidas. Paradójicamente, en el período de mayor ingreso de nuestra historia nos fuimos a la ruina. Según investigaciones dignas de todo crédito, esta nación percibió 981.000 millones de dólares desde el año 1999. PDVSA obtuvo en los últimos catorce años ganancias por el orden de los 700.000 millones de dólares. Cifra verdaderamente estratosférica, con pocos precedentes en el concierto de las naciones. Se calcula que con semejante utilidad se podría haber reconstruido la Europa post Segunda Guerra Mundial unas quince veces. Es el presupuesto de toda Centroamérica en treinta y dos años. Es superior a las reservas de dos décadas del continente africano. Con estos recursos bien utilizados en Venezuela podríamos haber construido toda una amplísima red de unos 5.000 hospitales equipados con tecnología de punta, 14.000 liceos dotados de óptimas herramientas y diseños educativos, 15.000 escuelas biodegradables como existen en Inglaterra, con suma facilidad unas 480 autopistas, 800 carreteras bien asfaltadas, 12 millones de soluciones habitacionales con amplio confort y seguridad antisísmica con los mejores estándares recomendados por las aseguradoras internacionales. Una nación autosustentable en el marco de la producción nacional, tanto en el ámbito industrial como en el campo de la producción agroalimentaria. En definitiva, una patria con todas las herramientas necesarias para lograr posicionarse como un modelo digno del primer mundo. ¿Qué sucedió en Venezuela para pasar del esplendor a la miseria? Una ilusión se hizo gobierno. El fraude cautivante electrizó a las mayorías descontentas, haciéndose copartícipe de un proyecto mesiánico. Con la sed de venganza en la espada arrasaron con toda expresión democrática para instaurar el terror. Una especie de nueva élite que quiso transformarnos en un pueblo sin pensamiento, súbdito de un tirano disfrazado de libertador. Aquel militarucho con ínfulas de inmortalidad nos arrastró por el tobogán del infortunio; desquiciante desolación moral y económica. Ahora somos el país más corrupto del hemisferio, con la tercera más elevada inflación del planeta. Colas kilométricas para comprar productos que un 85 por ciento provienen del exterior. Con ellos, nuestro sistema de salud se colocó como el peor del continente. Ni siquiera Haití padece la carencia de medicamentos que soportamos estoicamente, y sufrimos de enfermedades que solamente castigan a los pueblos africanos desde hace décadas. La libertad de todo signo severamente sometida por un sistema judicial absolutamente podrido. Si hablamos de inseguridad, encabezamos todas las estadísticas reconocidas. En tres años fueron asesinadas en Venezuela 86.000 personas, cifra superior a los conflictos conocidos, sin olvidar que le debemos a China la bicoca de 70.000 millones de dólares. Es decir le vendieron nuestro futuro al imperio asiático.
[email protected] twitter @alecambero

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