#ESPECIAL El hambre en el período especial cubano y en la Venezuela de ahora (INFOGRAFÍAS)

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Cuarenta y cuatro años después de su inauguración, del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin, que en su momento fue la escuela élite de Cuba, solo quedan ruinas. Luis López ve las imágenes por Internet desde su exilio voluntario en Londres. “En Cuba todo se desmorona así”, lamenta el periodista de 40 años.

Allí, en la Lenin, como todos la conocen, López vivió el período especial cubano. “En la escuela hicimos un huerto gigantesco para sembrar plátano. Era lo que comíamos, en distintas variedades: plátano y arroz, batidos de plátano, helados de plátano. En Cuba casi todo el mundo tuvo que sembrar”, dice, al recordar lo que se vivió en la isla a principios de la década de los 90.

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López tenía 14 años cuando en Cuba comenzó la más grave crisis económica que ha atravesado el país. Y, ¡vaya que fue un período especial! Si por especial entendemos algo “singular o particular, que se diferencia de lo común o general”, como dice el diccionario de la Real Academia Española.

Regis Iglesias, quien hoy en día es vocero del Comité Ejecutivo del anticastrista Movimiento Cristiano de Liberación (MCL), tenía seis años más que López cuando todo empezó y recuerda que “siempre hubo escasez”, que los productos “eran de muy mala calidad”, pero que sin embargo, los cubanos tenían “cierto margen” para conseguirlos. Rememora que en los años 80, se crearon unos mercados estatales, donde se vendían productos fuera de la libreta de racionamiento, aunque a un precio más elevado. Sin embargo, en los 90, todo cambió.

En 1991 colapsó la Unión Soviética. Esto marcó, por una parte, el fin de la Guerra Fría y, por la otra, el inicio del período especial cubano. “Una economía como la cubana, que había sido dependiente por 30 años del subsidio soviético, se vio privada de su mercado principal y su acreedor principal”, sintetiza Iglesias.

Según un balance oficial, Cuba, que seguía bloqueada por los Estados Unidos, perdió 35% del Producto Interno Bruto (PIB) en cuatro años, y sus importaciones decrecieron de 8.500 millones de dólares anuales, a 1.500. Entre 2014 y 2017, Venezuela experimentó una contracción de 31% y una reducción de 40 millardos de dólares en importaciones.

Esto, por supuesto, tuvo un impacto en la población cubana en la década de los 90, como lo tiene hoy, 27 años después, en la venezolana. Y donde más se siente esta píldora de realidad es en el estómago vacío.

Una mala comida al día

La fotógrafa estadounidense TriaGiovan, quien se jacta de haber tenido la “suerte” de haber estado en la isla en el momento de la caída económica del país, narró a la agencia Efe, con motivo de la inauguración de su libro de fotos The Cuba Archive, en 2017, una realidad más que familiar para los venezolanos: “Todo el mundo esperaba en colas para conseguir nada”.

Y es que en Cuba, resume Iglesias, “hubo desabastecimiento de todo”: de gasolina, de papel sanitario y de comida. Sobre todo entre los años 1993 y 1994.

Recuerda que la carne y el pescado de mar desaparecieron de la dieta del cubano, quien comenzó a comer pasta o paté de oca, picadillo de soya –al que le echaban sangre, para darle color– y pescados de agua dulce –que importaban desde Vietnam y China y tenían muchas espinas–. “Todos de mala calidad”, rememora Iglesias.

“Cuando de sobrevivir se trata, todo vale. Además de gatos y perros, otros animales comenzaron a desaparecer, incluidos algunos de los zoológicos”, recuerda la periodista cubana Tania Quintero, en su historia del período especial cubano titulada Comer o no comer.

López recuerda que el kilo de carne de cerdo costaba, en esos años, alrededor de 100 pesos, y que su madre ganaba, al mes, unos 500 pesos. En Venezuela, en diciembre de 2017, en estados como Táchira se conseguía el kilo de cerdo hasta en 300.000 bolívares, cuando el salario mínimo no había aumentado y era de tan solo unos 177.507 bolívares, sin el bono de alimentación.

Los cubanos, recuerda Iglesias, comenzaron a hacer una sola comida y “malamente”. Así como ahora 4,5 millones de venezolanos. “El pan era muy duro, incomible, pero era lo que la gente comía. Los ancianos se lo dejaban, el pan que les tocaba diario, a los más jóvenes”, cuenta el vocero del MCL. En Venezuela, muchos están haciendo lo mismo que los ancianos en Cuba.

A partir de los siete años de edad, los niños dejaron de recibir el litro de leche que les correspondía por la libreta.  La gente, recuerdan todos, comenzó a bajar de peso  y a enfermarse.

Iglesias recuerda, sobre todo, la “explosión” del beriberi, una enfermedad provocada por la deficiencia de vitamina B1 en el cuerpo. Sus síntomas incluyen pérdida del apetito, debilidad, dolor en las extremidades, dificultad para respirar y, además, inflamación de los pies o las piernas de quienes la padecen. Generalmente esta enfermedad es ocasionada por una dieta deficiente, como la que tenían los cubanos entonces.

López cuenta que la población también comenzó a padecer neuritis óptica, que consiste en una inflamación del nervio óptico, que provoca la pérdida brusca de la totalidad o una parcialidad de la visión que, la mayoría de las veces, se recupera. Desde que comenzó la crisis hasta 1997 se reportaron 56.800 casos de esta enfermedad en la isla, según reportan varios investigadores.

De acuerdo a Caritas de Venezuela, este año 2018, 280 mil niños podrían morir en el país por desnutrición. En 2017, la organización contabilizó entre cinco y seis muertes semanales, por falta de alimentación; y que al menos 33% de la población infantil presentaba retardo en su crecimiento. Así como en Cuba, durante el período especial.

Luego, cuenta López, comenzó otro fenómeno: el de las personas que venían del extranjero y traían en las maletas, en vez de suvenires, productos que escaseaban en el mercado, como ahora hacen tantos venezolanos. Pero nada de esto evitó que la población cubana perdiera peso y se enfermara.

De acuerdo con información publicada en un artículo de 2007 del Diario Americano de Epidemiología, durante la crisis cubana, la ingesta diaria de energía disminuyó de 2.899 calorías a 1.863. En Venezuela, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), la población venezolana consume, actualmente, también menos de 2.000 calorías diarias, recordó la revista Clímax en un reportaje publicado el año pasado.

Entre 1990 y 1995, según el mismo artículo del Diario Americano de Epidemiología, cada cubano adulto perdió entre 5% y 25% de su peso corporal. Según la Encovi, nada más en 2016, casi 75% de los venezolanos perdió una media de 8,7 kilos de su peso, de forma no controlada.

A resolver con lo que hay

Durante el período especial cubano escaseó todo menos el plátano, ese que López y sus compañeros de clase sembraban en el huerto de la escuela, que hoy es ruinas. Ese que, cuenta la periodista Tania Quintero, se convirtió en picadillo hecho con la cáscara, compota para los niños, confitura; y, por supuesto, en sus versiones más tradicionales como plátano maduro frito, tostones o las llamadas “mariquitas”.

López asegura que además de plátano, siempre hubo arroz y azúcar. “Tomábamos en la escuela arroz con azúcar, agua con azúcar”, dice, al recordar cómo intentaban engañar al estómago. Dice que también comían mucho arroz con aguacate.

La periodista Quintero se refiere a aquellos “privilegiados” que tenían especies y sazonadores, que les permitían preparar arroz saborizado, a base de cuadritos de caldo de pollo o carne, y que condimentaban con ajo, cebolla, ají y tomate.  “Era todo un festín si ese “arroz sin nada”, como también se le decía, se podía acompañar con unas “croquetas de averigua”, confeccionadas con harina de castilla a la cual se le daba un toque de ajo, cebolla o cebollinos”, agrega la periodista en su texto Comer o no comer.

Otros tuvieron que ingeniárselas para  sustituir sus platillos favoritos, por alguno que pudieran preparar. Así, recuerda Quintero, su madre sustituyó los chicharrones de cerdo, por unos que obtenía del pellejo del pollo, aunque esto fuera, como ella reconoce, “tremendamente dañino por el alto contenido de colesterol”. Y comenzaron a aprovechar todo al máximo. “(Mi madre) descubrió que con la grasa obtenida después de freír los pellejos de pollo, podía echarle “mantequita” al arroz y, sobre todo, freír huevos, porque eso de freírlos en agua -otro de los “inventos de período especial”- era tan antinatural como el café mezclado con chícharos”, relata Quintero.

Otros males

Durante el período especial cubano, recuerda López, otra de las cosas que sucedió fue que la gente empezó a criar animales dentro de las casas: “El gobierno daba pollos, los criabas con pan. Veías gallos y pollos en los edificios, cerdos en los balcones. La gente con lo que sobrara de comida, alimentaba a los puercos, y era así era una cosa terrible aquello. Eso trajo problemas, imagínate la sanidad”.

Recuerda Iglesias que la gente también iba a los comedores públicos a recolectar sobras, y que eso era lo que les daban a los cerdos, para luego comérselos. “Los criaban en los baños de las casas”, recuerda.

También rememora que los cubanos empezaron a sembrar. “El Estado comenzó a enviar a los distintos profesionales 20 días, un mes o 45 días al campo. La gente iba por no buscarse problemas con el régimen y porque hacían contacto con campesinos y después volvían y traían frutas, cerdos, gallinas y terneros”, cuenta Iglesias, al referirse a lo que denominó la “camponización de Cuba”.

Otros males se dispararon. La indigencia y la prostitución fueron dos de ellos. Pero de eso y mucho más hablaremos en la próxima entrega.

Datos

  • Cuba perdió 35% del PIB en 4 años (entre 1991 y 1994). Venezuela perdió 31% del PIB en 4 años (entre 2014 y 2017).
  • Las importaciones en Cuba decrecieron de 8.500 millones de dólares anuales, a 1.500, entre 1991 y 1994. Venezuela experimentó una contracción de 31% y una reducción de 40 millardos de dólares en importaciones, entre 2014 y 2017.
  • El kilo de carne de cerdo costaba en Cuba, en 1991, alrededor de 100 pesos, y una persona ganaba, al mes, unos 500 pesos. En Venezuela, en diciembre de 2017, en estados como Táchira se conseguía el kilo de cerdo hasta en 300.000 bolívares, cuando el salario mínimo no había aumentado y era de tan solo unos 177.507 bolívares, sin el bono de alimentación
  • Los cubanos durante el período especial comenzaron a hacer una sola comida y “malamente”. Así como ahora 4,5 millones de venezolanos.
  • De acuerdo con información publicada en un artículo de 2007 del Diario Americano de Epidemiología, durante la crisis cubana, la ingesta diaria de energía disminuyó de 2.899 calorías a 1.863 en Cuba durante el período especial. En Venezuela, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), la población venezolana consume, actualmente, también menos de 2.000 calorías diarias.
  • Entre 1990 y 1995, según el mismo artículo del Diario Americano de Epidemiología, cada cubano adulto perdió entre 5% y 25% de su peso corporal. Según la Encovi, nada más en 2016, casi 75% de los venezolanos perdió una media de 8,7 kilos de su peso, de forma no controlada.

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