Una noche de noviembre de 1967 el piloto Charles Plumb es capturado por el ejército vietnamita. Su avión había recibido el impacto de un misil soviético, lo que lo obligó a saltar en paracaídas, fue el único sobreviviente de aquel fatídico día. Esa noche los norteamericanos perdieron siete naves. Los cuerpos de los otros pilotos quedaron carbonizados.
Los aviones norteamericanos irrumpían en la noche vietnamita. Era la estrategia para evitar que las misiones terminaran derribadas por las armas de origen soviético. El 9K32 ruso era un misil antiaéreo muy eficaz desde todo punto de vista. Su luz infrarroja les favorecía en la nocturnidad, lo que hizo que la fuerza aérea estadounidense perdiera terreno con respecto al adversario.
Su misión estaba enfocada en tomar Hanói a costa de lo que fuere. Los soldados del sur vietnamita se ocultaban en la selva. Como lagartos se arrastraban por los humedales para luchar a la vieja usanza, significaba buscar inspiración en sus fratricidas batallas con el pasado.
Al no contar con la probabilidad del pertrecho moderno; no quedaba otra que escurrirse en los atajos que forjaron su leyenda. Era volver a enfrentar sus demonios, encontrarse nuevamente con todo aquello que apuñaló su futuro. En las azoteas de los edificios esperaban la aparición de los aviones norteamericanos. Unas columnas de soldados se colocaban los pesados equipos antiaéreos; aguardaban pacientemente que el cielo de la nación mostrara el rostro de los intrusos. Las ráfagas incesantes abrían fuego sobre los veloces prototipos. Era la guerra fría compitiendo en el mundo de las armas modernas.
La URSS necesitaba mostrarle al mundo que sus creaciones estaban a la altura de poder detener la ofensiva de la primera potencia de la tierra. Las dos grandes superpotencias se enfrentaban utilizando como conejillos de indias a un pueblo indómito acostumbrado a luchar en condiciones desoladoras. Un vibrante líder empujaba la resistencia vietnamita, con la heroicidad de quien lucha por defender sus valores. Ho Chi Minh soplaba las velas de una esperanza redentora de un pueblo, la rebeldía se multiplicaba en la misma medida que se incrementaba la presencia norteamericana en la nación.
La captura de Charles Plumb
A algunos de los pilotos les fallaron el paracaídas de emergencia. Plumb era el símbolo de los ases del aire, había encabezado un sinnúmero de operaciones exitosas lo que le granjeó una fama que se comentaba hasta en los pasillos del Pentágono.
Sus compañeros les hablaban a sus familias del honor que significaba tenerlo de compañero. Ahora el héroe estadounidense estaba a merced de un gobierno que lo asumió como una joya de canje. Lo sedaron y los llevaron hasta una cárcel subterránea rodeada por cocodrilos. Los alimentos se los lanzaban desde el borde de una cueva.
Durante años fue sometido a múltiples torturas psicológicas sin lograr que aquel hombre se rindiera, muchas veces tuvo que alimentarse con ratas. Con los elementos que fue encontrando en la cueva iba construyendo mecanismos que le permitieran resistir. Se fue haciendo fuerte en la medida en que sus adversarios perdían terreno. En los foros internacionales su nombre sonaba insistentemente tratando de conseguir su libertad.
La libertad llega…
Seis años después el piloto Charles Plumb es liberado. Un guía vietnamita notificó su paradero en la Bahía de Halong. Un equipo descendió hasta su cautiverio para darle los primeros auxilios, los sorprendió conseguirse con un hombre en relativas buenas condiciones físicas y psicológicas.
Fue llevado hasta el cuartel general en donde pasó la revisión médica, duró una semana bajo cuidado. Lo primero que solicitó fue volver a volar para estar al servicio de su país. Su irreversible actitud patriótica contagiaba a sus compañeros. El retorno a suelo norteamericano estuvo lleno de expectativas, las principales cadenas y diarios de alcance nacional anhelaban la exclusiva. Se limitó a dar dos ruedas de prensa antes de conversar durante dos horas con el presidente Richard Nixon en la Casa Blanca. Posteriormente se entrevistó en el Pentágono con el liderazgo militar. Estados Unidos que es pródigo en regodearse con sus héroes. Lo hizo un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones de cadetes.
La dura lección de Charlotte…
El ex piloto terminó siendo una notoriedad. Casi todo el tiempo su agenda estaba llena de compromisos y reconocimientos. Sus conferencias abarrotaban los espacios universitarios. El 23 de abril del año 1976 se presentaba en la Universidad de Charlotte, como invitado especial en su aniversario.
Observó diversas actividades organizadas por sus nueve facultades. Dictó una conferencia de aproximadamente cuarenta y cinco minutos, en donde dio a conocer sus experiencias en la guerra de Vietnam. Junto con su esposa se retiró para comer en un restaurante en las afueras de la ciudad, cuando terminaba de almorzar un hombre se acercó a su mesa y le preguntó. ¿Es usted Charles Plumb? Este con cierta autosuficiencia le dijo.
Ese es mi nombre. ¿No me recuerda piloto? Insiste aquel humilde hombre de ropa gastada. La verdad no le conozco responde el militar un tanto molesto. Soy Alan Thompson de Memphis Tennessee. Trate de buscar en su pasado y me conseguirá, le indica con un tono nostálgico. Inmediatamente Plumb solicita al servicio de seguridad que lo saquen del lugar. Dos forzudos guardaespaldas lo tomaron conminándolo a retirarse sopena de ir preso.
El ex piloto le reitera que no le conoce: que de Memphis solo recuerda sus veladas en casa de Elvis Presley. Cuando se marchaba este le gritó: ¿Entonces no me recuerda? Ya le indiqué que no.Pues celebérrimo piloto Charles Plumb, miembro de la octava compañía de ases del aire número 1678 Usted está vivo gracias a mí. ¿Qué dice? pregunta el veterano militar. Efectivamente ilustre Medalla de Honor de la Fuerza Armada de los Estados Unidos.
-yo era quien preparaba sus paracaídas- pasaba noches enteras cuidando cada detalle, para que no sufriera ningún percance. El día que perdimos las siete naves y murieron once soldados solo funcionó su paracaídas. Plumb se desplomó en su silla. Cuando se percató el hombre había desaparecido. Cuenta que esa noche no durmió pensando las veces que se toparía con el humilde soldado que cumplía con su deber republicano.
Que seguramente su prepotencia le impidió un gesto amable con aquel ser que organizaba sus equipos.
Pasó años tratando de encontrar a Alan Thompson, cuando logró ubicarlo este se negó a recibir la ayuda que le ofrecía. El 9 de julio de 1984 murió en un humilde cuarto de albergue. Solo había salido una vez de su refugio, en las afueras de Charlotte, para ir a saludar al héroe de la patria Charles Plumb.
¿Quién empaquetó tu paracaídas?
Vivimos en sociedades individualistas en donde no miramos a nuestro alrededor. Hemos evangelizado con el egoísmo, tenemos el ego inflamado creyéndonos que nuestros éxitos son exclusivamente propios. Nos olvidamos de los que nos brindaron una mano en el momento difícil.
Cada día buscamos alcanzar una estrella desconociendo a quien le enseñó el camino para lograrlo. Quizás en algún lugar de nuestra historia alguien empaquetó nuestro paracaídas, queda de nosotros darle un abrazo o rechazarlo como parte de nuestra raíz mezquina.