“Todo lo que se diga es poco. En medio del espanto que estoy viviendo, de esta situación tan dura, le doy gracias a Dios que no lo degollaron, fue fusilado, fue menos cruel”, expresó visiblemente conmocionada Yuyita Ríos Carmona de Chiossone, madre del piloto venezolano Pablo Ernesto Chiossone, quien es una de las 18 víctimas del ataque terrorista ocurrido el pasado sábado a las 9:00 de la noche en el Hotel Intercontinental de Kabul.
Medios locales publicaron que el ataque finalizó la mañana del domingo, después de 12 horas de enfrentamiento entre las fuerzas de seguridad afganas y los insurgentes.
The Associated Press reseñó que algunos de los 150 huéspedes huyeron del tiroteo y del incendio desatado por el ataque deslizándose con sábanas desde los pisos superiores.
Los extremistas, que portaban chalecos suicidas, deambulaban por los pasillos, agredían a extranjeros y a funcionarios afganos dentro del lujoso hotel ubicado en la cima de una colina.
Adelsis Ramos murió junto con Chiossone, ambos pilotos de KamAir. Sus cuerpos fueron identificados por otro piloto venezolano en un hospital de Kabul.
Hasta el momento no saben cómo podrán repatriar los cuerpos debido a que el gobierno venezolano no tiene consulado en Kabul. Las autoridades venezolanas no han ofrecido comentarios sobre el caso.
Por su parte, KamAir informó que algunos de sus vuelos quedaron interrumpidos debido al ataque.
El Talibán se adjudicó la responsabilidad por el acto terrorista en el hotel, popular entre los extranjeros y las autoridades afganas. Este hecho se produce casi seis años después de que insurgentes del Talibán lanzaran una ofensiva similar contra ese hospedaje.
Inimaginable
Como un hecho inimaginable califica De Chiossone la tragedia. Contó que supo de la noticia pero en un primer momento no le prestó atención; son ataques que tristemente se han vuelto rutinarios, por decirlo de alguna manera.
La mamá de su nieto la llamó para comunicarle la información que circulaba en las redes sociales y en diferentes portales web de noticias.
“Lo primero que hice fue ponerme en contacto con Juancho, Gisela y Carlos Eduardo Carmona, quienes verificaron la información. Inmediatamente se vinieron a acompañarnos, incluso, juntos les explicamos a mi nieto lo acontecido. Esto no tiene comparación”.
Mencionó que su esposo, el doctor Pablo Chiossone, no está al tanto de lo ocurrido. Hace un año sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV) que lo mantiene en cama y en delicado estado de salud.
“Pero él intuye que algo pasa. Antes de conocerse la noticia estaba con un desasosiego enorme, preguntando por todas las cosas del hijo, él lo presiente. El lazo afectivo entre los dos era inmenso. Los médicos nos dirán qué hacer al respecto”.
Indicó que desde un principio sintió temor del papel de su hijo como piloto en el Medio Oriente.
“Allá degüellan a todo el mundo, le decía. Esos países son muy peligrosos. En este caso no fue degollado sino fusilado, aparentemente”.
Un piloto excelente
No porque se trate de mi hijo, pero Pablo Ernesto era un piloto excelente. Tanto Ramos como mi hijo eran dos venezolanos muy valiosos, relató.
Su profesionalismo y responsabilidad lo caracterizaban. “Estaba segura que al volar nunca tendría problemas”.
Se inició en la escuela de pilotos a los 17 años, apenas salió de bachillerato. Se formó en el aeroclub con Salomón Arráez. Concluyó sus estudios en la escuela de aviación que hay en Acarigua.
“Desde chiquito su locura eran los aviones. Mi suegro fue fundador del aeroclub de Barquisimeto, del que Pablo Ernesto fue presidente. Siendo niño le encantaba pulir los aviones, como si fueran carros, se subía a las avionetas sin que los pilotos lo sospecharan y así se la pasaba volando. Toda su vida fue un apasionado de la aviación, fue su vocación real”.
Posteriormente, ya como piloto profesional, trabajó en Avensa, Aeropostal y Aserca.
Desgraciadamente, prosiguió, tuvo que ser un acto terrorista, tan cobarde, vil e incomprensible, el hecho que le arrancaran la vida al hijo de la familia Chiossone.
“Pablo Ernesto fue uno de los primeros en caer. Hoy (ayer) lo reconoció el piloto Alejandro Ovalles, quien no estaba en el sitio del suceso porque le correspondió otra ruta”.
Agregó que Ovalles tuvo que armarse de valor para reconocer los cuerpos y agilizar los trámites por tanto que se trata de un país sin embajadas ni consulados. Tampoco hay acceso a la morgue.
El piloto se encarga de recoger las pertenencias de sus compañeros encontradas en el hotel y a su vez se centra en el traslado de los difuntos hasta Turquía a través de KamAir.
“De Turquía los trasladarán a Venezuela, cuando se pueda, ya que será otra aerolínea la encargada de repatriar los cuerpos. En el país hay una restricción de aerolíneas y escasísimas aeronaves”.
Entre una o dos semanas se prevé que tarde el proceso de repatriación de los fallecidos.
Parte de la diáspora
Pablo Ernesto, hijo menor de los Chiossone, se fue del país en mayo de 2017 porque en Venezuela prácticamente no hay campo laboral para pilotos profesionales. El poco empleo que hay en ese ámbito es remunerado en bolívares que no valen nada.
Primero trabajó a destajo con la aerolínea, luego, en el mes de noviembre y tras presentar una serie de exámenes, quedó fijo.
Se fue como tantos venezolanos, buscando otros horizontes y mejores condiciones de vida. Su familia nunca imaginó que moriría en manos de unos enfermos mentales, tal y como lo describió la madre.
“Debía educar y levantar a su hijo por lo que decidió irse al exterior en búsqueda de mejores oportunidades para él y su familia, asumiendo que estos países son de alto riesgo, sin embargo, nadie nunca imaginó una tragedia de este tipo”.
Respecto a los terroristas señaló que se trata de personas que no conocen la compasión ni la caridad.
“Son peores que las bestias. Los animales matan por hambre. Estas son cosas que no se entienden. Es muy triste que producto de la diáspora de venezolanos uno tenga que perder lo que más quiere en el mundo; los hijos, que son el alma de uno, el corazón de uno. En esos países no hay autoridades, no hay embajadas, no hay consulados, son tierras arrasadas. Esto es muy lamentable porque Afganistán fue un gran país”.
Subrayó que de manera informal el gobierno venezolano se ha comunicado con la familia.
“Un viceministro por ser compañero de estudios de mi hija ha hecho contacto con la cancillería para ver qué se puede hacer pero aún no tenemos respuesta sobre gestiones efectivas. El señor Alejandro Ovalles es quien ha hecho de tripas corazón”.
Yuyita no veía a su hijo desde mayo, su último contacto telefónico se produjo una semana atrás. Permanentemente llamaba para saber de la salud de su padre.
“De alguna manera él pensaba que no estaría mucho tiempo. Siempre me hacía jurar que si faltaba, nosotros, Pablo, Juana Inés y yo, nos encargaríamos de Juan Pablo, que ayudaríamos a su crianza”.
Deja un hijo
Pablo Ernesto (49) deja huérfano a Juan Pablo Chiossone Espósito de 10 años de edad, quien se radicaría junto a su madre en España, donde la visita del padre sería mucho más fácil por la cercanía con el Medio Oriente.
“Tenían planificado irse este miércoles. Mi nieto me dijo que esperaba con sentimiento el recibimiento de su papá en el aeropuerto de Madrid. Fue muy duro ir más tarde a su casa a explicarle lo ocurrido”.
Ha sido terrible para el pequeño, quien era la adoración de su padre. Está negado a aceptar los hechos.
“Yo sé lo que es recibir una noticia así porque mi mamá se mató en un avión cuando yo tenía doce años. 60 años después no he cerrado ese capítulo”, recordó Yuyita. La hermana mayor de Pablo Ernesto, Juanas Inés, quien es médico, ha sido el soporte de la familia en estos momentos tan difíciles.
“Entre las dos estamos saliendo adelante, pensando cómo manejar la situación ante mi esposo, quien está muy inquieto”.
Pablo Ernesto tenía previsto visitar a la familia en el mes de marzo, lamentablemente, la historia es otra, producto del terrorismo que impera en los países del Medio Oriente.
Su familia directa cree que lo más considerado es cremar los restos del piloto, ya que hasta en los camposantos la inseguridad hace de las suyas.
“Luego de esta tragedia, lo último que queremos para nuestro muchacho es que su parcela sea saqueada”.
Desde esta casa editorial nos solidarizamos con la familia Chiossone, amigos y demás familiares por tan irreparable pérdida. Paz a su alma.