Por la puerta del sol – Factores destructivos

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Hay pueblos que aprendieron a protegerse, a defenderse y recuperar su espacio y emancipación, después de haber pasado por guerras, hambrunas y tormentos sin fin; hay los que decidieron someterse y glorificar a sus verdugos. Hay pueblos que van de aquí para allá descontrolados que no creen, no rezan no sonríen y en sus rostros predomina la amargura que cargan sobre sus almas, como si estuvieran condenados a sufrir eternamente; hay los que viven felices, son los que aprendieron a valorar sus tiempos de paz, sus momentos de gloria, de progreso, a disfrutar de una vida digna, abundancia en la mesa y libertad, hay también los que permanecen inactivos, inmersos en la incertidumbre y sus temores pensando qué pasará mañana, desvelados toda la noche hasta el amanecer, de cuyo pensar los saca la bulla alegre del canto de un gallo, con su acostumbrado quiquiriquí de profecías esperanzadoras…
No ha podido el mundo olvidar en un rincón los viejos infortunios, las inflamaciones del alma ni el siniestro parásito de los miedos. La fe como la libertad se cambia por cualquier cosa en un mundo cargado de materialismos, de engaños y ambiciones desmedidas. El poder bestializa al hombre, lo hace insensible, arrogante e inmisericorde.
Políticos, embaucadores, ladrones, rufianes y charlatanes se abren paso en medio de las necesidades y hambre de los pueblos, aprovechándose siempre del más ignorante y del más crédulo. Las calles están llenas de estos bichos, también de gente que tiene prisa que busca comida en los basureros o asaltando a descuidados transeúntes.
Desde la puerta del sol llevo años tratando de describir el mundo en que vivo. La violencia hoy por hoy es peor que unos años atrás, la venganza es una especie de látigo en alto zigzagueando siempre, dispuesto a caerle encima al que se le ponga al frente al tirano.
He aprendido que el hambre tiene dos caras, la del hombre que ansía el poder con su disfraz de mesías o de humilde oveja (cuyo Atila y sus garras de lobo, bien sabe esconder detrás de su fachada) Y hay la otra que es el hambre de los que nada tienen, la del sufrimiento donde no hay vida grata, salud y la desnutrición corroyendo las entrañas de esos que no tienen dolientes. La indiferencia y la falta de humanidad ejercida por unos pocos en contra de los pueblos, es realmente criminal, injusta y vil…
El sufrimiento, las caras mustias, los niños y animales de la calle son reflejo de una sociedad en decadencia suprema, el hambre de los pueblos, el peregrinar desesperado de los que madrugan a buscar comida desorientados y acosados por sus necesidades y sufrimientos, son bultos que pesan demasiado sobre el corazón. Nada me ha enseñado tantas cosas sobre la vida como estos seres. He llegado a la conclusión de que una justicia indiferente, sin principios ni moral es la causante de los peores males de la humanidad.
Es difícil encontrar un ser humano cabal, sincero, bueno. La condición de humanos se desvanece y destruye a falta de educación y de principios. El gran pensador Gandhi enumeró los 7 factores que destruyen al ser humano a saber: “La política sin principios, el placer sin compromiso, la riqueza sin trabajo, la sabiduría sin carácter, los negocios sin moral, la ciencia sin humanidad y la oración sin caridad”.
…a pesar de las calamidades, muertes y desdichas que afligen y turban la razón, todavía queda la fe en el corazón, esa antorcha que al encenderse lanza brillos, alborada de un sol que traerá paz y libertad a los pueblos oprimidos. Amén.
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