Encontrarse con Jesús, es quedar marcado para siempre. Los que han
vivido esta experiencia, dicen que puedes intentar salirte, como
hacemos cuando nos sentimos insatisfechos dentro de un grupo de chat.
Pero nunca estaremos afuera totalmente. Ahora mismo, Jesús nos dice,
como administrador de nuestro grupo de cristianos, que no nos
cuestionaría si nos alejáramos; no nos pediría explicaciones
inmediatamente, y si nos viera por ahí, no nos sacaría el cuerpo. Nos
dejará la línea perpetuamente abierta, y nos dirá siempre, “vengan y
verán”. Dicen los místicos, que cuando hemos tenido un verdadero
encuentro con Jesús, nos brota del corazón la necesidad de transmitir
a otros esta maravillosa experiencia, testimoniar lo aprendido y
mostrar en qué medida hemos cambiado para bien. A muchos alumnos de
otros maestros; músicos, artistas plásticos, científicos y políticos,
después de muchos estudios y grandes esfuerzos, se les nota la
escuela, el estilo, que han seguido; “Ese violinista es discípulo de
fulano; este pintor pertenece a la escuela de zutano, aquél orador
tiene el estilo de mengano”. Con más razón, debe notársenos a
nosotros, los cristianos, que somos propagadores de una escuela, un
estilo de vida diferente, que es orar y actuar; porque, lo dice muy
bien San Agustín, «Dios no manda cosas imposibles, sino que, al
mandar, te enseña a que hagas lo que puedes; y a que pidas, lo que no
puedes». Señor Jesús, yo que a veces me desoriento, en medio de los
acontecimientos desagradables; sin embargo, siento que tu palabra, que
es verdad y es luz, hoy me anima nuevamente, porque tú ves nuestros
problemas y nuestros gozos, y nos das apoyo para superar unos y
magnificar otros. Hoy quiero pedirte por nuestro pueblo, que no sabe
cómo salir de esta desgracia, que mira con desconfianza a los líderes
de distintos bandos, y ve con decepción la complicidad, la comodidad,
o la hipocresía de los organismos internacionales. También te pido por
los que se han ido a otros países, para que los protejas y te vean
también allá, en tu infinita misericordia. Te pido por los que nos
hemos quedado aquí, hasta estas fechas, para que nos ayudes a
discernir sobre nuestro futuro, y a no dar pasos en falso, para que
todo lo que hagamos sea el reflejo de tu santa voluntad. Invoco a la
Sabiduría, que viene de ti a través de tu Espíritu Santo, de modo que
todo lo que pensemos, digamos y hagamos, sea para nuestro bien y el de
nuestras familias. Y te doy gracias, Señor, por esta invitación que
nos haces constantemente, a venir y ver, tu Reino Infinito. Por eso te
digo con mis hermanos: SEÑOR, QUEREMOS VER TU OBRA, EN NUESTRO SUELO.
(Hora Santa)
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